Por Marcel Garcés Muñoz
La defensa de la institucionalidad democrática es un objetivo clave en el escenario político y social que enfrenta Chile, en su futuro inmediato, marcado por una definición que es mucho más que una elección presidencial y legislativa coyuntural, sino que tiene que ver con un proyecto de futuro, una decisión, una perspectiva históricas estratégica de la humanidad.
Las fuerzas políticas y sociales – las dirigencias y las militancias activas del progresismo, están llamadas a entender claramente que tienen una responsabilidad personal y colectiva de asumir su rol organizativo, movilizador, en la convocatoria colectiva y en la generación de una fuerza que asuma el protagonismo de la tarea que la historia ha colocado en su camino.
Y esto no es retórica, un discurso, una arenga de la coyuntura, sino una necesidad de la supervivencia, del respeto de los Derechos Humanos, sociales, culturales, de nuestros sueños de una vida mejor.
La defensa de la democracia que significa su fortalecimiento y proyección como destino histórico de nuestro pueblo, es la tarea que la historia nos pone como objetivo presente y proyección futura de nuestra sociedad.
Es la consigna que nos debe movilizar en este momento definitorio, en una circunstancia histórica crucial, incluso a nivel global. Se trata de una confrontación histórica decisiva, enmarcada en un conflicto global.
Tenemos la amenaza del neofascismo a nivel planetario y nacional sobre nuestros destinos, representado en el escenario nacional por el discurso de las tres cartas que esgrime la Derecha política y económica, el revanchismo pinochetista, los clanes económicos, las bandas paramilitares al servicio del terrorismo ultraderechista, y los grupos de militares en retiro que componen las cúpulas de sus comandos electorales y un ámbito conspirativo, insurgente, auspiciado desde el Pentagono, el Departamento de Estado y sobre todo desde el Salón Oval de la Casa Blanca y su actual ocupante.Por ello no le falta razón al presidente chileno, Gabriel Boric, cuando proclama como un objetivo prioritario del momento actual de la región y del movimiento progresista en desarrollo- como quedo expresado en la Cumbre “Democracia Siempre” de Santiago, con los presidentes Yamandu Orsin(Uruiguay), Luiz Inácio Lula de Silva (Brasil), Pedro Sánchez (España) y Gustavo Petro, la decisiva importancia de la defensa, profundización y compromiso con la democracia.
Lo expresaron fuerte y claro en su declaración final del encuentro: “No basta con evocar la democracia ni hablar en nombre de ella: debemos fortalecerla, renovarla y hacer que vuelva a ser significativa para quienes sienten sus promesas incumplidas. Es con más democracia como crearemos más oportunidades para las generaciones futuras, y como mejor nos adaptaremos a los retos globales que suponen la inteligencia artificial o el cambio climático. Resolver los problemas de la democracia con más democracia, siempre”,
Y resulta extraño o peligrosamente amenazante para el futuro desarrollo de cualquier proyecto nacional y la convivencia ciudadana, que junto a la proclamación las legítimas demandas programáticas que surgen el ámbito social, económico, de los Derechos Humanos, del mundo de la juventud, de la educación, de la Salud Pública, de la Previsión Social, de la igualdad de oportunidades, del trabajo, de los derechos de los pueblos originarios, y minorías sexuales, el ámbito laboral, que surgen en el ámbito social, que las fuerzas y los liderazgos que se postulan para ocupar la responsabilidad de conducir el país hacia su porvenir, en la disputa presidencial y legislativa nacional, no se pronuncien ni se comprometan en torno a esta meta crucial.
Se trata de una de las tareas patrióticas, democrática y humanistas esenciales del progresismo en la región, que se presentan en la agenda presentes y futura a nivel local, regional y global. Y harían bien los aspirantes locales a la Presidencia en oponerse, para defender la soberanía y la Seguridad Nacional, a la histeria- y propósitos belicistas- del aspirante a Emperador global.
La guerra comercial global de Estados Unidos, prolegómeno de la Tercera Guerra Mundial, con Armas Nucleares apuntando contra mi casa, mi país, mi paisaje, mis alimentos, la vida de los míos, no es el delirio de un desequilibrado miserable, es un destino simplemente perturbador, sino que inaceptable.
La amenaza del Imperio, encabezado hoy por un Donald Trump desbocado y delirante, de una guerra comercial global, no se detiene en una retórica, sino que se expresa en el matonaje de ordenar el zarpe con “ destino desconocido” de dos submarinos nucleares, para intentar amedrentar a la otra potencia nuclear por declaraciones de ex Presidente de Rusia y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvdev a través de su cuenta en Internet., o al establecer un plazo de 10 o 12 días para que Putin ponga fin a sus operaciones militares en Ucrania, con la amenaza gansteril de imponer “mas sanciones” a Moscú, es claramente gansteril.
Tenemos muchas tareas por delante.
Pero, claramente, no serán posible de enfrentar, con perspectiva de éxito, sin un compromiso militante del progresismo, amplio, sin exclusiones y sin reticencias sectarias, con las masas populares como protagonistas, con “la pobla”, con los trabajadores, con los jóvenes, con los cantores populares, con la intelectualidad, con los pintores muralistas, la calle, con el corazón generoso del pueblo en marcha. Y apuntando hacia el futuro.
Y como antes, con todas las banderas heredadas de nuestra historia.
El autor es periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile,3 de julio 2025
Crónica Digital