La revista “Lea” apareció en Buenos Aires por primera y última vez el martes 15 de julio de 1975, hace 50 años. El supuesto semanario en un artículo, titulado “La ‘vendetta’ chilena”, afirmaba que “alrededor de 60 extremistas chilenos han sido eliminados en los últimos tres meses por sus propios compañeros de lucha en un vasto e implacable programa de venganza y depuración política”. A continuación agregaba: “El plan de ejecución materializado en una feroz cacería a lo largo y ancho de las tres Américas y Europa, parece ser el comienzo de una gigantesca purga”.
Fue el punto de partida de un monstruoso montaje comunicacional de la dictadura cívico– militar para encubrir la detención y la desaparición de 119 opositores de izquierda. Ello, con la propagación de la falsa aseveración –a través de la publicación de información falsa en medios apócrifos de comunicación en el extranjero y luego replicada en la prensa chilena–de que fueron asesinados en supuestas pugnas al interior de sus partidos y organizaciones políticas o abatidos con fuerzas de seguridad extranjeras.
Era la denominada “Operación Colombo”, que fue ejecutada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
Previo a la publicación trasandina, el miércoles 25 de junio del mismo año, el diario “Novo O Día” de la ciudad de Curitiba, Brasil, había dado cuenta del asesinato de 59 personas en “enfrentamientos con fuerzas del gobierno argentino en Salta”.
Puesta en marcha de la Operación
El 16 de abril de 1975 fue encontrado un cuerpo mutilado en la calle Sarmiento de Buenos Aires, el cual portaba una cédula de identidad que lo identificaba como el ingeniero químico chileno David Silberman. Era un militante del Partido Comunista y había sido gerente general de Cobre Chuqui hasta el Golpe de Estado de 1973. Cumplía una pena de 13 años de cárcel en la Penitenciaría de Santiago por infracción a la Ley de Seguridad del Estado luego de ser procesado por un Consejo de Guerra, cuando fue secuestrado el 4 de octubre de 1974 por agentes de la DINA. Desde entonces su paradero era desconocido.
Al lado de cadáver, un cartel señalaba: “Dado de baja del MIR por el comando de exterminio de bolches. MMM”. El término “bolches” era muy utilizado por los extremistas de derecha en Argentina para referirse en forma supuestamente despectiva a los hombres y mujeres de izquierda (se originaba en la palabra “bolcheviques”). Es muy similar a “zurdos”, de uso más frecuente hoy entre conservadores y ultraderechistas a ambos lados de la Cordillera.
En los círculos de la ultraderecha trasandina era conocido que “MMM” era una especie de seña de identidad de un grupúsculo de neonazis y neofascistas denominado Milicia Nacional Justicialista, que tuvo un papel relevante en la historia de la Operación Colombo. Ese era el lugar de militancia del francés Jacques de Mahieu, quien integró la División Carlomagno de las Waffen–SS y que se radicó en Argentina luego del derrumbe del Tercer Reich. Este grupo logró notoriedad con su “Editorial Milicia”, con la cual publicaban abundante propaganda del nazismo alemán.
La “Milicia” se disputaba con el Frente Nacional Socialista Argentino (FNSA) en nostalgia por los fascismos alemán e italiano durante la Segunda Guerra Mundial. También competían con la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) en su frenesí en procurar el exterminio de los “bolches”. Con el paso de los años, Federico Rivanera Carles, su jefe, se vanagloriaba de que “limpiamos de zurdos la UBA (Universidad de Buenos Aires)”. Este grupo tuvo continuidad desde 1985 como Movimiento Nacionalista Socialista, el cual sucumbió a merced de la Ley Antidiscriminatoria promulgada en Argentina en 1988.
La periodista Mónica González publicó en CIPER en mayo de 2008 un contundente trabajo sobre “El rol de los medios en la Operación Colombo”. Tuvieron, en efecto, un rol clave. La maniobra requería crear opinión pública.
Los medios de comunicación de Chile, partidarios de la dictadura y, por lo tanto, los únicos autorizados para circular, comenzaron a publicar supuestos reportes sobre los “presuntos desaparecidos” que estarían vivos en el exterior. El 13 de junio, “La Tercera” publicó una nota titulada “Extremistas chilenos se adiestran en Tucumán”, en la que se destacaba “que entre los extremistas hay gran cantidad de elementos del MIR y otros grupos marxistas que públicamente figuran como desaparecidos”, mientras que los medios de la cadena de “El Mercurio” publicaban títulos como “Extremistas chilenos son adiestrados en guerrillas” (“La Segunda”, 12 de junio), “Paso de miristas armados a Chile” (“El Mercurio”, 16 de junio) y “Extremistas cruzan la frontera” (“Las Últimas Noticias”, 16 de junio).
A inicios de julio, la dictadura canceló de imprevisto la visita de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, programada para el 11 de julio, que pretendía investigar las denuncias de violaciones de derechos humanos. Ese mismo día, aparecieron en la ciudad de Pilar, al norte de Buenos Aires, dos cuerpos calcinados al interior de un automóvil, con las identificaciones de los chilenos Jaime Robotham y Luis Guendelman, desaparecidos desde 1974. Sobre ambos cadáveres había un lienzo que decía: “Dados de baja por el MIR. Brigada Negra”. Ocho días después apareció otro cuerpo, con una supuesta identificación de Juan Carlos Perelman, desaparecido desde el 20 de febrero de 1975.
Luego aparecieron las citadas publicaciones de “Lea” en Argentina y “Novo O Día” de Brasil.
“Lea” colocaba como ejemplo de los casos de muertos en las “purgas marxistas” la extraña muerte en París del famoso periodista Eugenio Lira Massi, subdirector del diario allendista “Puro Chile” entre abril de 1970 y el Golpe de Estado.
A partir de lo consignado por las dos publicaciones extranjeras y los cables de la agencia UPI que habían informado del hallazgo de los cuerpos en Buenos Aires, los medios de prensa de Chile comenzaron a replicar notas sobre los supuestos enfrentamientos, con titulares como “Matanza entre miristas deja al descubierto burda maniobra contra Chile” (“La Tercera”, 16 de julio), “Feroz pugna entre marxistas chilenos” (“La Segunda”, 18 de julio), “Identificados 60 miristas asesinados” o “ejecutados por sus propios camaradas” (“El Mercurio”, 23 de julio), y “Sangrienta pugna del MIR en el exterior” (“Las Últimas Noticias”).
“La Segunda”, sobre la base de la publicación de Novo O Día, en su portada del 24 de julio de 1975 publicó un titular que ha pasado a la historia de la infamia nacional: “Exterminados como ratones”, acompañado del epígrafe “59 miristas chilenos caen en operativo militar en Argentina”.
Unos días después, “El Mercurio” escribió en su página editorial: “Los políticos y periodistas extranjeros que tantas veces se preguntaron por la suerte de estos miembros del MIR y culparon al gobierno de la desaparición de muchos de ellos, tienen ahora la explicación que rehusaron aceptar”. Agregaba: “Víctimas de sus propios métodos, exterminados por sus mismos camaradas, cada uno de ellos señala con trágica elocuencia que los violentos acaban por caer víctimas del terror ciego e implacable que provocan».
Las claves del montaje
Enrique Arancibia Clavel había escapado a Buenos Aires en 1970 luego de ser identificado como uno de los perpetradores de los atentados terroristas que antecedieron el intento de secuestro y el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider. Era un oficial constitucionalista y su muerte se inscribió en una conjura destinada a impedir que Salvador Allende asumiera la Presidencia de la República.
Arancibia Clavel integraba entonces un grupúsculo de ultraderecha denominado “Ofensiva Nacionalista de Liberación”, una mezcla de neofascistas y nostálgicos del Tercer Reich. Parte de sus participantes fueron claves, en los 80, en levantar el partido pinochetista Avanzada Nacional.
En Argentina, Arancibia Clavel estableció vínculos con otros chilenos que partieron al otro lado de la cordillera frente a la victoria de la Unidad Popular. Se reunían en el restaurante “Los Chilenos”, en calle Suipacha de Buenos Aires, cuya existencia asociaban con Julio Durán, que fue candidato presidencial del Partido Radical en 1964 para atravesarse ese año en un triunfo de Allende y en 1969 pasó a su fracción de derecha llamada Democracia Radical. Arancibia estableció, además, relaciones con la extrema derecha argentina.
Todos esos vínculos le fueron útiles luego el Golpe de Estado, cuando se puso a disposición de la DINA. La creación de la “Operación Cóndor”, coordinación de los aparatos represivos del Cono Sur, estaba en proceso de desarrollo, hasta su formalización a finales de 1975.
El montaje salió a la luz a través del hallazgo de los documentos que Arancibia Clavel enviaba a sus mandos de la DINA y que fueron encontrados gracias al trabajo de investigación de la periodista Mónica González. Además, fueron claves en la condena en Argentina del agente chileno por su participación en el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército chileno, general Carlos Prats, con una bomba en el barrio de Palermo. En el atentado intervino el argentino Martín Ciga Correa, el jefe de seguridad de la “Milicia Nacional Justicialista”, el mencionado grupúsculo neofascista.
Los informes de Arancibia demostraban que la supuesta aparición de Silberman en Buenos Aires había sido un operativo, llamado “Colombo”, encargado por Raúl Iturriaga Neumann, oficial de la DINA, para hacer aparecer en Argentina a un “subversivo chileno cuyo nombre podría ser Zimelman o algo así, muerto en Chile”. Para estos efectos, contaron otra vez con la colaboración de Ciga Correa, que efectuó “la primera parte del trabajo en forma perfecta”.
La operación de desinformación fue organizada y coordinada con la DINA por Álvaro Puga Cappa, Director de Asuntos Civiles de la Junta Militar, quien se encargó de suministrar a periodistas nacionales y extranjeros de los reportes de prensa para encubrir los crímenes de los 119 detenidos desaparecidos.
Puga fue el primer asesor civil de la tiranía: estuvo la mañana del 11 de septiembre de 1973 en el comando del Golpe de Estado en el Ministerio de Defensa. En una entrevista de 1980 aseguró haber asesorado en Argentina al almirante Isaac Francisco Rojas, Vicepresidente tras el derrocamiento en 1955 de Perón, en la denominada “Revolución Libertadora”.
En los tiempos de la Unidad Popular, Puga había sido director de Radio Agricultura y además era columnista habitual de “La Segunda”, bajo el seudónimo de “Alexis”, desde los cuales disparaba contra el Gobierno. El secretario general del Frente Nacionalista Patria y Libertad, Roberto Thieme, me dijo que había integrado el “Frente Invisible” de aquel movimiento que empujó la lucha armada contra el Gobierno de Allende, que era un “anticomunista histórico” y que no dudaba que fue colaborador de la CIA.
En esos días, Puga creó una red de periodistas que colaboró en la tarea de desestabilizar el Gobierno de Allende. Estos vínculos le fueron muy útiles, porque en la creación de “Lea” habría cooperado el agregado de prensa de la Embajada de Chile en Argentina, Jaime Valdés, que integró el equipo de la revista “SEPA”, que no trepidó en utilizar todos los recursos de propaganda para abrir paso al Golpe de Estado.
“Lea” solo tuvo un número, impreso en la Editorial Codex, que dependía del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, creador en 1973 de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), responsable de numerosas violaciones a los derechos humanos.
“O Día” era un antiguo diario de Curitiba fundado en 1870 y relanzado en 1896, 1901 y 1923. En 1975 apareció como “Novo O Dia”, con tres ediciones. Su edición fue coordinada a través del periodista Gerardo Roa Araneda, agregado de prensa de la Embajada de Chile en Brasil. De hecho, en una de esas ediciones escribió una crónica alabando los éxitos que había alcanzado la dictadura. Era otro esbirro de la DINA.
Roa se había radicado en Río de Janeiro en 1962 y encontró inserción laboral en LAN Chile, en los tiempos que era empresa estatal. El 21 de noviembre de 1970 apareció en el diario chileno “La Nación”, señalando que “si el pueblo eligió el camino del socialismo es porque se da cuenta de que es la única solución”. También se refirió a la campaña del terror en Brasil en contra del Gobierno de Allende: “Incluso hablan de la cordillera roja, de lo feroz que es el comunismo y de tantos otros absurdos que a uno no le queda más que mirarlos y sonreír”.
No pasó un largo tiempo antes de que se pusiera a disposición de las maniobras que desde la dictadura para impulsar el derrocamiento de Allende. “El Mercurio” informaba el 10 de septiembre de 1974, en la víspera del primer aniversario de la tiranía, que Roa era uno de los periodistas que recibieron un galardón de los gremios del comercio por su “lucha contra el marxismo”. Unas semanas después, el 1 de octubre de ese año, fue designado Cónsul Honorario de Chile en Río de Janeiro.
Un poco después, el 19 de agosto, la revista “Ercilla” consignó que “la Embajada de Chile en Buenos Aires contactó a un miembro del equipo de ‘Lea” y –según se informó a Ercilla– este aseguró que la crónica ‘La vendetta chilena’ llegó desde Ciudad de México, vía FONEL. Se trataría del Fondo Editorial Latinoamericano, una agencia periodística especializada en actividades marxistas”. La crónica la firmaba el periodista Hugo Mery. Hace una década, le pregunté por el origen de la supuesta información. Me dijo que procedía de la Cancillería.
En efecto. El 9 de septiembre de ese año, se pronunció el Mayor de Ejército Enrique Cid Coubles, Jefe de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, entidad cuya misión principal era negar la existencia de desaparecidos y de las violaciones a los derechos de las personas. A través de un Oficio Reservado a tribunales señaló que “la noticia publicada por la Revista Lea (…) habría provenido de México, vía FONEL (Fondo Editorial Latinoamericano), agencia periodística especializada en actividades marxistas”.
Esa pista de FONEL nunca ha sido investigada. Pero todo apunta a la expresión regional de la Liga Anticomunista Mundial (WACL, por su sigla en inglés), que se llamaba Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL) y tenía su domicilio, precisamente, en México. En esos espacios, la tiranía tenía buenos amigos. Poco antes de la puesta en marcha de la Operación Colombo, el subdirector de la DINA, Pedro Espinoza Bravo, se fotografiaba con Gerardo Roa, agregado de prensa de la Embajada de Chile en Brasil.
Ambos participaban en el VIII Congreso de la Liga Mundial Anticomunista, que se celebraba en abril de 1975 en el Hotel Intercontinental en la playa de Gávea, en Río de Janeiro, y fueron inmortalizados por la revista “Réplica” N° 67, que era publicada en México como vocero oficioso de la CAL. Eran presentados, en la lectura de foto, como «delegados de Chile».
Foto Principal: Londres 38. Intervención sobre portada de «La Segunda».
Por Víctor Osorio. El autor es periodista y fue Ministro de Estado.
Santiago, 17 de julio de 2025.
Crónica Digital.