Transcurría mediados de mayo o principios de junio de 1979. Había transcurrido casi un año de haberme graduado de oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, junto a más de una decena de jóvenes comunistas chilenos, entre los que destacaban Raúl Pellegrin Friedmann, Roberto Nordenflycht Farías, Moisés Marilao Pichun, Edgardo Lagos Aguirre (Payo), Deysi Huerta, Orlando Bahamondes, Caballito y el Chino Rojas. También compañeras como Alejandra, la China.
En aquellos días era jefe de una Compañía de Tanques en un Regimiento de Matanzas y me encontraba desde hace semanas en Santa Clara, en campaña, realizando ejercicios de tiro con mis subordinados, soldados cubanos. Un sábado decidí viajar a La Habana, para romper la monotonía de tantos días en campaña. Llegue al atardecer a Alamar, al departamento de Carmen Gloria y Mariano, un matrimonio de compañeros chilenos exiliados, que a varios de nosotros nos recibieron como sus hijos en su hogar. Al llegar, Carmen Gloria me dice: “Vasili, te vino a buscar un oficial de Matanzas y te dejo una citación”. La misma decía: “Presentarse inmediatamente en la Academia de Guerra Máximo Gómez”.
Me dije: “Coño, necesito relajarme, así que iré a una peña de los chilenos y mañana domingo me presento en la Academia”. Me duché y me vestí de civil, pero en mi cabeza me daba vueltas y vueltas la citación. Por tanto, reaccionó mi espíritu y formación militar disciplinada y volví a vestirme de militar y decidí cumplir la orden de presentarme en la citada Academia de Guerra.
Eran cerca de las 20:00 horas cuando llegue a la Academia Máximo Gómez. Me presenté al Oficial de Guardia, que en forma inmediata me dijo: “Por orden del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba, debe queda acuartelado”. Le pregunté: “¿Quien dio la Orden”. Me respondió: ”El Comandante en Jefe”. “El mismito Fidel”, me dije, sacando pecho y sorprendido, pero al mismo tiempo le dije; ”Compañero, hay un problema, debo salir a buscar a dos oficiales más”. Eran dos oficiales chilenos, que trabajaban también conmigo en Matanzas. “Debo traerlos a presentarse aquí”, expliqué. El oficial de guardia después de consultar al Estado Mayor, me dijo: ”Está bien, pero mañana se presenta aquí junto a ellos a las 08:00 horas”.
De regreso al departamento de La Habana, me vestí de civil y me fui al Comité Chileno de Solidaridad con la Resistencia en Chile. Ahí era la peña. Pensé: “Ahí estarán mis compañeros oficiales”, pero para sorpresa mía no había ninguno. Parecía un espécimen raro, todos los chilenos y chilenas, amigos y compañeros del Partido y de la Jota, me preguntaban qué pasaba, ¿por qué los están acuartelando? No sabía que decir, por lo tanto me dediqué a relajarme un rato, compartiendo con ellos, hasta que tuve que irme al Cotorro y ubicar a Víctor y a Guillermo, para citarlos para el otro día que era domingo.
El domingo, con sueño y cansados, pero como oficiales disciplinados, ya estábamos en la Academia Máximo Gómez y a las 08:00 horas estábamos cuadrados ante el oficial de guardia y nos quedamos acuartelados, a la espera de que pasaría. Transcurrían las horas, llegaron dos o tres compañeros más y todos muy inquietos esperando alguna información. Hasta que nos ordenaron subir a un camión militar, recién almorzados, y nos trasladaron a otra unidad militar que era del Ministerio del Interior. Para sorpresa nuestra, al llegar a un área de esa unidad, nos encontramos con nuestros compañeros y compañeras oficiales chilenos, cerca de 30 que ya estaban acuarteladas desde el día anterior. Nos recibieron con mucho cariño. A casi todos y todas no los veía desde hacía tiempo.
Pasaron rápidamente las horas, con mucha inquietud y dudas de las razones por las cuales nos habían convocado al acuartelamiento. Las hipótesis eran variadas, desde la posibilidad de un seminario, pasando por algún ejercicio o maniobra entre los oficiales chilenos. También rondaba la idea de una misión internacionalista en Angola o Nicaragua. Llegó la noche, eran cerca de las 23.00 horas. Mucho calor tropical, por tanto la mayoría sin camisas y hasta en short, unos conversando, otros riéndonos y recordando anécdotas de nuestros años de estudios en las diferentes escuelas cubanas de cadetes. En eso estábamos, cuando en forma rauda llegó un automóvil y descendió un oficial del Ministerio del Interior. Nos dijo: ”A formar tienen una visita”. Con la rapidez que caracteriza a los militares, formamos y observábamos como llegaban automóviles, encabezados por Alfa Romeos, color burdeo. Todos nos mirábamos, porque sabíamos que aquellos vehículos eran de la escolta de Fidel Castro.
El Comandante en Jefe venía en su típico auto ruso, que usaba en esa época. Aún tengo en mi retina, como si fuera hoy, cuando se abrió su puerta y lo primero que asomó fue su mano, con un puro entre sus dedos. A descender totalmente con esa tremenda estatura y su usual uniforme verde olivo, Claudio, que asumió el mando del pelotón ordenó: “¡Pelotón firme”… Todos y todas asumimos esa posición. Claudio giró y llevándose la mano a la visera de su gorra rindió el respectivo parte a Fidel, que le respondió el saludo y nos preguntó: “¿Como están?”. Después de saludarnos, nos invitó a pasar a una sala de clases.
Ya en el lugar y autorizándonos a tomar asiento, Fidel tomó un tiza y dibujó el mapa de Nicaragua. Al observarlo, era como ver a un jefe guerrillero sandinista, por el conocimiento de la situación operativa y geográfica de Nicaragua. Después de explicar la situación política y militar nos dice: “Los compañeros sandinistas, necesitan el apoyo de militares regulares, en especial especialistas en artillería, en el Frente Sur, en la frontera con Costa Rica”.
Para nosotros era como un sueño. Si algo habíamos aprendido viviendo en Cuba, era ese espíritu y vocación internacionalista, del ejemplo del Che y de miles de cubanos y cubanas en África. Fidel continuó explicando: “Nosotros no podemos mandar tropas cubanas, nos traería problemas de política internacional, por ello hemos pensado en ustedes. ¿Están dispuestos?”, concluyó. En forma automática e inmediata, todos nos pusimos de pie, en posición de firmes, emocionados y con mucho orgullo respondimos: “Sí, donde sea y para lo que sea, Comandante en Jefe ordene”. Fidel, entre la emoción y el orgullo. se retiró, pero antes de despedirse, nos dice: ”Yo tomé la decisión de acuartelarlos, paralelamente envié un emisario a Moscú, a preguntarle al compañero Luis Corvalán si los autoriza”. Era entonces el secretario general del Partido Comunista de Chile, la principal autoridad de los comunistas chilenos.
Fidel prosiguió: “Por lo tanto, hay que esperar su respuesta. Mientras tanto, aprovechen el tiempo y prepárense”.
Después de toda la alegría, ante esas últimas palabras, entramos a preocuparnos y nos preguntábamos: “¿Los viejos del partido nos autorizaran?”. Teníamos la duda, pero en lo que no dudamos, fue en decir: “Si no nos autorizan, igual nos vamos a Nicaragua”.
Ya habían pasado unas horas, desde que Fidel se había ido. Entre conversación y el armado de morteros y cañones sin retroceso, para practicar y prepararnos, nuevamente aparecieron raudamente los Alfa Romeos y el auto ruso, que trasladaba a Fidel. Una vez más a formarse y en esta oportunidad sin mucha ceremonia entramos a la sala de clases. Fidel ordenó sentarnos y comenzó diciendo: “Iba llegando a mi hogar a descansar y recibí un télex del emisario enviado a Moscú y dice que…. Don Lucho da una respuesta positiva”. En forma inmediata nos pusimos de pie y al unísono entonamos la Internacional. Fidel se veía muy emocionado y nos reiteró la necesidad de aprovechar el tiempo y prepararnos y se despidió. Desde ese minuto y por algunos días Fidel nos visitó y se preocupó permanentemente por nosotros.
Por grupos partimos a cumplir nuestra misión como combatientes internacionalistas junto a los combatientes sandinistas de Nicaragua y otros internacionalistas de otros países de nuestra América.
Fueron días y semanas de ser parte de las últimas semanas de la lucha y el combate contra las fuerzas de la Guardia Nacional Somocista. El aprendizaje y la experiencia fue tremenda. Podrían ser largas y muchas páginas para escribir lo vivido en esos días, tanto cuando nos preparábamos en Cuba, cuando nos visitaba Fidel, cuando combatíamos en el Frente Sur en Nicaragua, cuando vivíamos de cerca la muerte o la caída en combate de los combatientes sandinistas o cuando cayó en combate nuestro hermano Deisy Huerta. Todo aquello será parte imborrable de nuestras vidas. De la misma forma cuando emprendimos la marcha desde el Frente Sur a Managua, el paso por Rivas, Masaya y la entrada triunfante a Managua. El dolor inmenso cuando se nos informa de un chileno herido en Costa Rica, quien había fallecido y era Edgardo Lagos, el Payo. En fin, para mí y estoy seguro que para todos mis hermanos y compañeras, que vivimos esa parte de nuestras historias, son los capítulos quizás más hermosos, junto a los vividos después en la lucha contra la dictadura.
Se han cumplido 46 años del triunfo de la Revolución Sandinista, en donde los principales protagonistas fueron el pueblo nicaragüense y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Nosotros solo aportamos con un grano de arena a esa lucha y a esa victoria, pero hoy en medio de la situación existente en la tierra de Sandino y de Carlos Fonseca Amador, creo que podemos tener un poco de derecho a opinar y a decir que justamente hoy una vez más el pueblo nicaragüense necesita de nuestra solidaridad y apoyo desde nuestra propia realidad, en donde fuimos testigos en tiempos de dictadura de la solidaridad de los pueblos, entre ellos de Nicaragua, y desde la situación actual, en donde para nada somos un país ejemplar en el ámbito de la justicia y de los logros de igualdad y equidad. Pero como nos gusta mirar la paja en el ojo ajeno, hay políticos que opinan sobre la soberanía de otros pueblos, con opiniones para quedar bien con la galería y la platea o para quedar bien con dios y con el diablo. Es necesario levantar la voz y con fuerza rechazar la escalada injerencista y criminal de los Estados Unidos. Lo que sucede en Nicaragua, al igual que en Venezuela, Cuba y otros pueblos de nuestra América, es en definitiva la sobrevivencia y el desarrollo de procesos políticos y sociales basados en la lucha por la soberanía política y económica, cosa que a los norteamericanos no le gusta, tal como sucedió en nuestro país entre 1970 y 1973.
Es indudable que se pueden cometer errores, que los nicaragüenses y los sandinistas tienen sus propios problemas o diferencias. Lo importante es que los resuelvan en paz y recordar que nosotros que vivimos nuestros propios problemas con un modelo y un sistema, respecto del que muchos son los responsables de su consolidación, en el marco de injusticias, desigualdades y falta de equidad. No tenemos autoridad moral para transformarnos en críticos o formuladores de posibles soluciones a una situación que les corresponde resolver a los nicaragüenses, en el marco de la institucionalidad que ellos se han dado y que tanto sacrificio ha costado, donde son incuestionables los grandes logros sociales y económicos, pero sobre todo en el marco de la paz. Además, no solo no se solidariza con el pueblo nicaragüense, sino que se ponen al servicio de los planes del imperialismo norteamericano. Por lo menos, yo no estoy para ello, muy por el contrario desde las páginas históricas vividas hace 46 años, desde la solidaridad recibida en tiempos de dictadura, solo hay un camino y es solidarizar con el pueblo nicaragüense, con el Gobierno Sandinista encabezado por el Comandante Daniel Ortega, y por la Paz en la tierra de Augusto Cesar Sandino y de Carlos Fonseca Amador.
Por Vasili Carrillo. El autor fue “combatiente internacionalista” en el marco de la “Tarea Militar” que comenzó a desarrollar la Izquierda chilena hace medio siglo.
Santiago de Chile, 20 de julio de 2025.
Crónica Digital.