Carlos Peña, rector de la UDP, ensayista, autor de “Ideas de perfil” (Taurus) y de “Humanidades. Lo visible y lo invisible”, de próxima aparición por Random House Mondadori, reflexiona sobre la crisis de las ciencias sociales y el impacto de la inteligencia artificial. Además, analiza la candidatura de Jara y el dilema de la DC, que realiza su Junta Nacional.
-En el estupendo libro “La situación de las humanidades”, usted y otros autores abordan la desconfianza sobre la utilidad de las ciencias sociales. En estos tiempos, cuando la IA abre interrogantes difíciles, ¿para qué sirven los estudios humanísticos?
-Las humanidades o los estudios humanísticos son una forma de reflexión sobre el significado o los sentidos que subyacen en la cultura, acerca de todo aquello que producen el lenguaje y la memoria ¿Para qué sirven? Ante todo sirven para recordarnos que vivimos en mallas de significado que confieren sentido a lo real y que la realidad es contingente: es de un modo, pero puede ser perfectamente de otro.
Desde ese punto de vista, las humanidades son una fuente de desasosiego, de inconformidad con la realidad que tenemos ante los ojos puesto que plantean una y otra vez la pregunta acerca del significado y si ese significado acredita o no algo permanente. Por supuesto nada de eso puede hacerlo la IA.
-Manuel Vicuña dice que en ciertos círculos el humanismo es visto como “una antigualla a la cual se le achacan diversos males”. ¿A qué cree que se debe este descrédito?
-Ese descrédito se debe, desde luego, a la ignorancia acerca de las humanidades y su quehacer. A veces también es resultado de una idea de las humanidades que ve en ellas el cultivo de un canon, de una regla o de un puñado de verdades que estaría depositado en un conjunto de obras. Visto así las humanidades efectivamente serían un quehacer arcaizante o una antigualla como dice el prejuicio a que, con razón, alude Manuel Vicuña.
Pero las humanidades no son eso, menos cuando se las entiende contemporáneamente. Cicerón dice que ellas permiten que brote en nosotros “algo preclaro, algo notable y único”. Las humanidades hoy día son el debate acerca de qué sería eso preclaro y único, si existe o no y si el lenguaje y la memoria son capaces de enseñárnoslo. Por eso las humanidades son hoy día una forma de pensamiento crítico porque al indagar por eso “preclaro y único” indagan, también, acerca de nuestra condición.
-El economista Sebastián Edwards dijo el año pasado que “cerraría las Becas Chile en humanidades por 10 años. Solo las otorgaría a estudiantes de ingeniería aplicada”. ¿Qué le parece esta visión y cuáles serían las consecuencias de una medida como esa?
-Bueno, ante todo hay que celebrar que Sebastián Edwards no esté a cargo de las Becas Chile; pero, bromas aparte, me parece, a la luz de lo que vengo diciendo, que una medida como esa dañaría la cultura, porque una cultura debe ser capaz de reflexionar acerca de si misma que es lo que las humanidades hacen. Para decirlo de otro modo. Es verdad que con las humanidades no se puede hacer nada; pero quizá ellas puedan hacer algo con nosotros: despertarnos del letargo consistente en creer que lo único que importa es la productividad material y la innovación.
-¿Usted usa aplicaciones de IA? ¿Es razonable tenerle miedo a sus alcances como han planteado autores como Harari?
-El uso de IA es inevitable y es útil Y por supuesto no debemos temerle ¿Por qué negarse a acceder a ese gigantesco acopio de información? El problema es usarla sin una capacidad reflexiva, sin la capacidad de preguntar acerca del sentido que esa información posee, y sin la conciencia de que reflexionar no es lo mismo que informarse.
El mar de información que proporciona la IA arriesga desorientarnos y dejarnos sin conducta si no contamos al mismo tiempo con las armas de la reflexión, con la capacidad de asombrarnos y sospechar de la realidad que tenemos ante los ojos. La más vieja sospecha humana de la que las humanidades son portadoras, es de que la realidad subyace a lo que salta a los ojos y que nos convendría descubrirla.
-Hoy en Chile, la discusión presidencial se ha centrado en el comunismo de Jeannette Jara. Aunque autores como Marcuse intentaron conciliar marxismo y humanismo, otros plantean que el comunismo en la práctica, en su vertiente totalitaria, es anti-humanista. ¿Son válidas las críticas a esa corriente por su estándar en DD.HH. y a Jara por pertenecer a ese partido?
-Pienso que es un error hacer de la evaluación de las candidaturas presidenciales un debate acerca del marxismo como aparato teórico, especialmente si muchos que se esfuerzan por plantear ese debate es probable que hayan leído poco o nada a Marx o a Marcuse o a Merleau Ponty o a Sartre, que fueron quienes plantearon el problema de la relación entre humanismo y marxismo.
Creo que a la candidatura de Jeannette Jara hay que exigirle un programa razonado y evaluarla y juzgarla por él -concluyendo que vale la pena o que no la vale- en vez de eludir ese debate huyendo hacia una discusión general. Hay que dar la oportunidad a Jeannette Jara que muestre que está lejos de la imagen que se ha divulgado acerca de ella a partir de su militancia.
-Sectores de centroizquierda ven una contradicción entre ser humanista y votar por una candidata comunista. Por ejemplo en la DC, que se define como humanista cristiana y nació como alternativa al marxismo. Otros acusan a Jara de ser “ideologizada”. ¿Hay un malentendido sobre el concepto de ideología en la política?
-Desgraciadamente el tema de la DC no tiene que ver con esto, sino con el hecho de que ese partido ha perdido todo sentido en la sociedad contemporánea. La DC languidece porque surgió como una tercera vía frente al capitalismo y al comunismo, y ese dilema, aunque hoy se le quiera revivir en el debate presidencial, no tiene sentido. Ni la nueva cristiandad, ni el comunitarismo poseen un lugar en la cultura contemporánea. Ese es el problema de la DC.
Y usted tiene razón cuando insinúa que hay un malentendido con el concepto de ideología: puede significar una falsa conciencia acerca de la realidad (que es como lo concibió Marx); una concepción global acerca de la realidad (una suerte de cosmovisión); o un puñado de políticas públicas. Ahora bien, todos somos ideologizados en esos tres sentidos, erramos, tenemos una visión global, y postulamos políticas públicas. (Ex Ante)