Por Álvaro Ramis
¿Qué significa ser comunista? Para los militantes del Partido Comunista de Chile (PCCh) de décadas pasadas, la respuesta era sencilla: una definición ideológica clara, ligada al marxismo-leninismo. Ser comunista significaba abrazar la lucha de clases, la idea de una vanguardia obrera organizada, y el objetivo de transformar radicalmente la sociedad capitalista. Esta imagen, forjada en gran parte durante el siglo XX, se sostenía en el influjo de la Unión Soviética y en un imaginario internacionalista que tejía lazos desde Moscú hasta Santiago.
Sin embargo, si la pregunta se formula en tiempo presente —*¿qué es ser comunista hoy?*—, las respuestas son diversas. Esta disonancia refleja la profunda transformación que ha vivido el comunismo como identidad política en el mundo y, especialmente, en Chile.
Hasta los años 70, el PC chileno fue uno de los partidos más disciplinados y coherentes de América Latina. Su línea política era clara, su conexión con el movimiento obrero, fuerte, y su pragmatismo no abandonaba los principios centrales del marxismo-leninismo. No obstante, el mundo cambió, y con él, las certezas comunistas se resquebrajaron.
Diversos factores contribuyeron a esta transformación. La emergencia de nuevas vías al socialismo (como la experiencia China y la vietnamita), el surgimiento del eurocomunismo que buscaba compatibilizar democracia y transformación social, y la caída del bloque socialista entre 1989 y 1991. El colapso de la Unión Soviética no fue solo el fin de un sistema político; fue el golpe simbólico más fuerte a la idea de una alternativa comunista organizada y triunfante.
El PC de Chile no fue ajeno a estas conmociones, pero su adaptación fue más lenta, en parte, por la brutal experiencia de la dictadura de Pinochet. La represión lo obligó a resistir más que a repensarse. El exilio, la clandestinidad y la lucha por la democracia ocuparon el centro de su acción política. No fue sino hasta el retorno a la democracia que el partido enfrentó sus verdaderos dilemas de identidad.
La transición tampoco fue inmediata. Excluido por el sistema electoral binominal, el PC recién logró una inserción efectiva en el sistema político en la década de 2010. Fue entonces cuando se incorporó a pactos parlamentarios, participó en gobiernos y accedió a cargos de representación. Este proceso, lleno de tensiones internas y contradicciones, ha sido criticado, pero también representa un camino necesario para sobrevivir políticamente en un país donde la política institucionalizada exige pactos y presencia en el espacio público.
Hoy, el comunismo chileno ya no es un bloque monolítico de ideas y prácticas. Es una *identidad en disputa* donde conviven quienes reivindican la tradición clásica del marxismo-leninismo con quienes impulsan una renovación teórica y generacional. El PC sigue siendo un actor relevante, pero su unidad se pone a prueba constantemente en un entorno en permanente cambio.
Esta diversidad puede ser su debilidad o su riqueza, según cómo se afronte. Lo cierto es que la pregunta sobre ¿qué significa ser comunista hoy? no tiene una sola respuesta. Y quizá en esto, más que en cualquier otra cosa, reside la mayor transformación del partido: El paso de la certeza doctrinaria a la pluralidad identitaria. Un tránsito inevitable en un mundo sin mapas predefinidos para la emancipación.

Santiago de Chile, 31 de julio 2025
Crónica Digital