Un futuro sostenible y justo es posible: el reconocido economista francés Thomas Piketty se propuso contribuir a mostrar cómo construirlo. En esta su obra, “Hacía un Socialismo Ecológico”, recopila sus crónicas escritas entre 2020 y 2024, en las que aborda con rigor la necesidad de transitar hacia un modelo de desarrollo económico y social que integre justicia social y sostenibilidad ambiental, en el contexto de una democracia profunda, para hacer frente a la creciente desigualdad y la crisis climática.
A través de un análisis profundo de las políticas contemporáneas, cuestiona el capitalismo actual y propone un cambio transformador hacia un sistema que priorice la equidad social y el respeto por el medioambiente. Esta obra se presenta como una perspectiva innovadora y urgente para enfrentar los desafíos económicos y ecológicos del siglo XXI. Sus argumentos son inspiradores y están respaldados por sus conocimientos profundos de la economía y la historia.
Para Thomas Piketty, el “socialismo ecológico” es una hoja de ruta para superar las fallas de lo que denomina “hipercapitalismo”, mediante una radicalización de la democracia y la justicia social, con la redistribución de la riqueza como herramienta clave, y colocando la sostenibilidad ambiental y la transición ecológica en el corazón de todas las decisiones políticas, económicas y sociales.
En el corazón de su propuesta se encuentra la Prioridad de la Transición Ecológica. La lucha contra el cambio climático y la degradación ambiental es central. El sistema económico debe reorientarse para reducir la huella de carbono, fomentar una economía de baja emisión de carbono, con inversiones masivas en energías renovables, transporte público y eficiencia energética; e inversión pública verde, utilizando los recursos redistribuidos para financiar la adaptación al cambio climático y la restauración de ecosistemas.
Por cierto, esa idea está vinculada con la noción de “transición socioecológica”, puesto que el enfoque de Piketty se centra en la necesidad de un modelo económico que combine la justicia social y la sostenibilidad ambiental. La “transición socioecológica” implica que el cambio ambiental no puede ocurrir de forma aislada, sino que debe estar intrínsecamente ligado a la superación de las desigualdades sociales y económicas.
Como se sabe, Piketty es un economista francés, especialista en la distribución de la renta. Desde el 2000, es Director de Estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y también es profesor asociado de la Escuela de Economía de París. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas y varios libros, siendo el más conocido “El Capital en el Siglo XXI” (2013).
Ha recibido reconocimientos importantes a lo largo de su carrera: Mejor Joven Economista de Francia, otorgado por Le Cercle des économistes; el Premio Yrjö Jahnsson, un prestigioso galardón europeo que se concede a un economista menor de 45 años que haya delineado contribuciones a la investigación teórica y aplicada en economía; Fellow of the Econometric Society, por sus aportes a la economía y la econometría; el Premio “Financial Times and McKinsey Business Book of the Year”, por “El Capital en el Siglo XXI”, y Miembro Honorario Extranjero de la American Economic Association (2020), otorgado por la principal asociación de economistas en los Estados Unidos.
Las Proposiciones
Crítica al Hipercapitalismo: Piketty argumenta que el modelo capitalista hoy dominante, en especial en la forma que llama “hipercapitalista” impulsada por las políticas neoliberales de desregulación desde los 80, ha llevado a una concentración de la riqueza sin precedentes en una elite global, ha profundizado las desigualdades y ha llevado al planeta al borde de un colapso ecológico, con una explotación insostenible de los recursos naturales. Sostiene que aquello no es un efecto secundario del modelo, sino una consecuencia inherente del propio sistema.
En este sentido, advierte que el modelo actual se basa en una explotación insostenible de los recursos naturales y contribuye de manera directa a la aceleración del cambio climático y la destrucción de hábitats. Señala que el enriquecimiento global se ha logrado a expensas de la sostenibilidad del planeta.
Enfatiza que la concentración de la riqueza en manos de unos pocos es intrínsecamente insostenible social y ambientalmente. Por tanto, sostiene que la desigualdad económica y la crisis ecológica están intrínsecamente ligadas y se refuerzan mutuamente.
A diferencia de aquellas teorías económicas que sugieren que el capitalismo se autocorrige, Piketty demuestra, basándose en datos históricos, que la concentración de la riqueza no se corrige por sí misma. Al contrario, la tasa de retorno del capital tiende a ser mayor que la tasa de crecimiento económico, lo que agrava aún más la desigualdad con el tiempo.
Además, señala que el hipercapitalismo ha desmantelado el contrato social que sustentaba la socialdemocracia en Occidente después de la Segunda Guerra Mundial, debilitando las instituciones democráticas y la capacidad de los gobiernos para actuar por el bien común. La concentración de riqueza se traduce en una “captura de las instituciones políticas” por parte de los intereses económicos dominantes.
Transición al Socialismo Ecológico: El autor propone un “socialismo ecológico” como la alternativa necesaria. Este no es un retorno a los modelos socialistas del siglo XX y XIX, sino una nueva concepción que integra la justicia social y la sostenibilidad ambiental, con un carácter participativo, descentralizado, federal, democrático y ecológico. Busca entonces un sistema que priorice la equidad, la distribución del poder y la propiedad, y el respeto por el medioambiente. Este socialismo busca ser una alternativa viable al sistema actual, que, a su juicio, está agotado y es incapaz de resolver los desafíos presentes.
La “nueva forma de socialismo” que propone debiera ser participativo y descentralizado, pues supone una mayor implicación de los ciudadanos y las comunidades en las decisiones económicas y políticas, con estructuras de poder más distribuidas; y federal y democrático, pues incluye el fortalecimiento de las instituciones democráticas y una organización federal que permita la autonomía local sin sacrificar la coordinación a gran escala.
En particular es un “socialismo ecológico”, pues la sostenibilidad ambiental no es solo un añadido, sino una parte intrínseca del diseño del nuevo sistema, priorizando la reducción de la huella de carbono y la protección de los ecosistemas.
Por otra parte, el “socialismo ecológico”, incluye la democratización de la propiedad y las empresas, sugiriendo que la propiedad no debe ser exclusivamente privada o estatal, sino que se deben explorar formas intermedias y más democráticas, con la participación de los trabajadores en la gestión y las decisiones de las empresas, y la promoción de nuevas formas de propiedad: cooperativas, empresas sociales y otras estructuras que permitan distribuir la propiedad y los beneficios de manera más equitativa.
Redistribución de la Riqueza: Un pilar clave de la propuesta de Piketty es la redistribución significativa de la riqueza y el poder, lo que considera indispensable para lograr la justicia social y la sostenibilidad ambiental. La redistribución radical de la riqueza es un mecanismo para construir un socialismo ecológico; no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para lograr la justicia social y la sostenibilidad ambiental.
Señala que la concentración de la riqueza, inherente al hipercapitalismo, no solo es injusta, sino que también es ineficiente y perjudicial para el medio ambiente, ya que las decisiones económicas están sesgadas por los intereses de unos pocos. Para Piketty, la riqueza además no es solamente una cuestión económica, sino una fuente de poder político y social, en que la acumulación excesiva permite a los más ricos influir en las políticas públicas, perpetuando un sistema que les favorece y que ignora las necesidades de la mayoría de la sociedad y los límites planetarios.
Enfatiza en el imperativo de sistemas fiscales progresivos, incluyendo impuestos sobre la riqueza y las herencias, para financiar la transición ecológica, desincentivar la acumulación y la concentración, y además para garantizar bienes públicos que permitan acceso equitativo a la educación, el empleo, infraestructuras sostenibles y una “herencia mínima” para todos. Sobre todo, para financiar la transición a una economía descarbonizada.
La transición ecológica requiere, según Piketty, una redistribución general de la riqueza y del poder, a través de impuestos progresivos y permanentes sobre la renta, la propiedad y las herencias. Estos impuestos no solo servirían para recaudar fondos, sino también para limitar la acumulación excesiva y desincentivar la concentración de capital. Los recursos obtenidos de esta redistribución se destinarían a financiar las inversiones necesarias para la transición energética, el desarrollo de tecnologías limpias y la adaptación al cambio climático.
Democracia y Descentralización: El “socialismo ecológico” que propone Thomas Piketty es participativo, descentralizado, federal y democrático. Aboga por una mayor participación ciudadana en las decisiones económicas y por un fortalecimiento de las instituciones democráticas que puedan implementar estas reformas a nivel nacional e internacional.
Piketty integra la democracia y el federalismo como los componentes claves de la transición hacia el socialismo ecológico. No los ve como unos meros adornos, sino como las estructuras fundamentales para el funcionamiento y la legitimidad del nuevo sistema. Sostiene que el hipercapitalismo actual ha concentrado el poder no solo económico, sino también político, en manos de una élite. Para contrarrestar esto, propone una democratización profunda del poder y las instituciones que vaya más allá de las elecciones periódicas.
Esto implica una mayor participación ciudadana, fomentando mecanismos que permitan a los ciudadanos tener una voz más directa y continua en las decisiones económicas y sociales; y el control democrático de la economía, asegurando que las instituciones económicas y las grandes empresas estén sujetas a control democrático, con transparencia y participación de las y los trabajadores y la sociedad en general. En ese marco, sostiene que es indispensable la lucha contra la influencia desproporcionada de los grupos de interés y de las grandes fortunas en la política, que distorsionan la voluntad democrática.
Para Piketty es clave el federalismo como estructura de poder distribuido, como un modelo para evitar la centralización excesiva. La descentralización y la autonomía local, señala, es fundamental para que las decisiones se tomen más cerca de los ciudadanos, adaptándose a las realidades locales y fomentando la innovación de políticas.
Piketty concibe la democracia y el federalismo como unas herramientas indispensables para construir un socialismo ecológico que sea no solo eficaz en la lucha contra la desigualdad y el cambio climático, sino también justo, participativo y legítimo para la ciudadanía.
Internacionalismo y Globalización Justa: Piketty cuestiona los aspectos perjudiciales de la globalización actual, pero también defiende un internacionalismo que permita cooperación global para abordar la desigualdad y la crisis climática, respetando las soberanías nacionales y territoriales. Señala la responsabilidad histórica de los países del Norte en la crisis climática y la necesidad de que cumplan sus compromisos con los países del Sur. Reconoce que los problemas de desigualdad y cambio climático son globales, por lo que subraya la necesidad de una cooperación internacional robusta. Propone entonces una “nueva globalización” que sea más respetuosa con el trabajo y el medio ambiente.
Piketty cuestiona la globalización desregulada, la forma actual de globalización, la que ha permitido la evasión fiscal y la competencia a la baja en materia de los derechos laborales, sociales y ambientales, favoreciendo a las grandes empresas y los capitales transnacionales en detrimento de los trabajadores y el medio ambiente.
A juicio de Piketty, para la transición ecológica es indispensable una regulación global y la cooperación internacional, pues la transición no puede ser solo nacional. Piketty insiste en la necesidad de una coordinación fiscal internacional, para combatir la evasión fiscal y la competencia a la baja entre los países, y una gobernanza ambiental global, estableciendo mecanismos internacionales robustos para abordar el cambio climático y la protección del medio ambiente, con una mayor responsabilidad de los países ricos.
En resumen, Piketty ve la globalización actual como un motor de desigualdad y destrucción ecológica. Sin embargo, su solución no es el aislacionismo, sino la construcción de un tipo de globalización diferente, basada en la cooperación internacional, regulación democrática y priorización de la justicia social y la sostenibilidad ambiental sobre los intereses del capital desregulado.
En síntesis, el libro de Piketty sobre el socialismo ecológico es una contribución fundamental en el debate sobre el futuro de la economía y sociedad. Ofrece un llamado contundente a redefinir el sistema económico, pasando desde un modelo que exacerba las desigualdades y destruye el planeta a uno que priorice la justicia social y la sostenibilidad ambiental a través de la redistribución de la riqueza y una democracia más profunda.
El libro de Piketty es un llamado a la acción para construir un futuro más justo y sostenible, argumentando que solo será posible a través de una redefinición profunda de las sociedades y economías hacia principios de justicia, democracia y respeto por los límites planetarios.
Imagen de Thomas Piketty: Universidad de Harvard.
Por Víctor Osorio. El autor es periodista y ex Ministro de Estado.
Santiago, 7 de agosto de 2025.
Crónica Digital.