La presencia inspiradora del sacerdote Camilo Torres en la izquierda chilena – Al servicio de la verdad

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La presencia inspiradora del sacerdote Camilo Torres en la izquierda chilena – Al servicio de la verdad

Han trascurrido 60 años desde que el sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo publicó su “Mensaje a los Cristianos”, que ejercería una enorme influencia en toda América Latina. Fue en agosto de 1965, en el primer número del periódico “Frente Unido”, articulación de la convergencia social y política de izquierda cuya fundación había promovido.

Unos meses antes, en junio de ese año, la jerarquía católica había reducido a Camilo Torres al estado laico. El Cardenal Luis Concha, su superior eclesiástico, que lo había hostigado previamente por su compromiso social. Fue apartado del ejercicio del sacerdocio porque estimaba que su práctica y sus enseñanzas, que hoy se consideran precursoras de la Teología de la Liberación, se apartaban de la doctrina de la Iglesia.

El cantautor uruguayo Daniel Viglietti escribió en 1967 “Cruz de Luz”, canción sobre Camilo Torres, que fue popularizada por Víctor Jara. En los versos finales señala que los autores de su muerte “se encontraron que el pueblo tiene cien mil, cien mil Camilos prontos a combatir. Camilo Torres muere, para vivir”.

UN RADICAL COMPROMISO

En el “Mensaje a los Cristianos” señalaba: “Lo principal en el Catolicismo es el amor al prójimo. ‘El que ama a su prójimo cumple con su ley’ (S. Pablo, Rom. XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado ‘la caridad’, no alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías”.

“Esos medios no los van a buscar las minorías privilegiadas que tienen el poder, porque generalmente esos medios eficaces obligan a las minorías a sacrificar sus privilegios”, anotó. Y agregó: “Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente es lo esencial de una revolución”.

Indicó que la Revolución “es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”.

“Yo he dejado los privilegios y deberes del clero, pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prójimo, en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revolución, volveré a ofrecer misa si Dios me lo permite (…) Después de la Revolución los cristianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que está orientado por el amor al prójimo. La lucha es larga, comencemos ya”…

Uno de sus primeros pasos en la lucha propiamente política se registró en 1964, siendo el punto de partida de la irritación de la jerarquía eclesiástica. Ese año promovió la fundación del Frente Unido del Pueblo, un movimiento de oposición a la coalición de los partidos tradicionales y pretendiendo agrupar a toda la oposición de la época.​ Ya en esa oportunidad, precisó que no era marxista sino cristiano, pero que estaba en disposición de lograr la unidad más amplia.

Luego los acontecimientos se precipitaron. Luego de llegar a la convicción de que cerraban los caminos electorales y legales, en octubre de 1965 se incorporó al Ejército de Liberación Nacional (ELN), constituido un año antes. Poco después, en enero de 1966, se anunció que se sumaba a la guerrilla. Su paso fue breve. Fue abatido en su primera experiencia en combate, en un enfrentamiento con una patrulla del Ejército Nacional. Murió el martes 15 de febrero de 1966. El Ejército Nacional ocultó el cadáver en un lugar separado de las demás fosas comunes y el lugar no fue revelado al público. ​Se transformó en un desaparecido.

EN LA SENDA DE CAMILO TORRES

El Tercer Congreso Ordinario de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina (JUDCA), realizado en 1967 en El Salvador, aprobó el siguiente acuerdo: “Proclamar a Camilo Torres como el símbolo de los pueblos de América Latina que luchan en franca rebeldía contra las estructuras opresoras de nuestras patrias, por el desarrollo integral de la persona humana, por una verdadera libertad de nuestros pueblos y una auténtica independencia e integración de nuestro continente”.

El 10 de marzo de 1966, la Democracia Cristiana expulsó a uno de sus fundadores, el entonces diputado Patricio Hurtado, por su manifiesta simpatía con Cuba. Fundó entonces el Movimiento de Rebeldía Nacional (MORENA). Eran el tiempo del Gobierno de Eduardo Frei Montalva, al que la izquierda del partido de la flecha roja cuestionaba los límites de su proyecto de una “Revolución en Libertad”. Más tarde, Hurtado se incorporó a las filas de la Izquierda Cristiana.

Ese mismo año, Hurtado participó en el Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos Revolucionarios, oportunidad en que estableció relaciones con Juan García Elorrio, un ex seminarista argentino que dirigía “Cristianismo y Revolución”, una revista considerada precursora de la Teología de la Liberación, que ejerció una enorme influencia en el desarrollo del peronismo revolucionario, expresado en la creación de los Comandos Camilo Torres, que luego derivaron en la formación de Montoneros. Fue también portavoz del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. El padre Carlos Mugica, uno de sus principales impulsores, fue asesinado en 1974 por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).

Este movimiento se originó después que el 15 de agosto de 1967 se conoció el documento de 18 “Obispos del Tercer Mundo”, que, planteando su respaldo a la encíclica “Populorum Progressio” del Papa Pablo VI, señalaron que “el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos”. Uno sus inspiradores fue Helder Camara, Obispo de Olinda y Recife en Brasil.

A fines de 1966, un grupo de dirigentes y militantes de la Juventud Demócrata Cristiana, renunció públicamente al PDC. En su carta de renuncia llamaban a los militantes de base de ese partido a integrarse al Movimiento Camilo Torres que estaba en una etapa de formación, que ya contaba con sacerdotes y jóvenes miembros de diferentes movimientos católicos. En su carta de renuncia expresaron que su puesto de lucha estaba en la izquierda revolucionaria y que la Revolución Chilena agruparía a marxistas y no marxistas. Sus planteamientos fueron conocidos en el país a través de la Revista “Punto Final” y en Argentino por “Cristianismo y Revolución”.

La inspiración teórica de aquellos movimientos estaba en trabajos como “El Desarrollo de la Nueva Sociedad en América Latina”, obra de Julio Silva Solar y Jacques Chonchol, que fue uno de los cerebros principales de la Reforma Agraria. Ambos participaron después en la creación de la Izquierda Cristina. A ese trabajo se sumarían obras como “Pedagogía del Oprimido” de Paulo Freire, un pedagogo brasileño exiliado en Chile, donde colaboró con Chonchol. Y por cierto, los trabajados del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, sobre todo “Teología de la Liberación”.

LA TOMA DE LA CATEDRAL

En Chile, un hecho que provocó enorme impacto ocurrió la madrugada del domingo 11 de agosto de 1968. Un grupo de unos doscientos laicos, siete sacerdotes y tres religiosas que trabajaban en poblaciones de Santiago, que se denominaron “Movimiento Iglesia Joven”, se “tomó” la Catedral Metropolitana de Santiago. Colocaron en la cúspide del templo, uniendo ambas torres, un lienzo que señalaba: “Por una Iglesia junto al pueblo y su lucha”.

Entre los participantes había sacerdotes y religiosas que desarrollaban su ministerio en los barrios populares, junto a jóvenes cristianos del Movimiento Camilo Torres y MORENA, y otros que eran parte del sector de izquierda de la Democracia Cristiana, agrupados en las corrientes “rebeldes” y “terceristas”, que luego originaron el MAPU y la Izquierda Cristiana. Una parte de esos jóvenes eran estudiantes que habían participado en los procesos de la Reforma en las Universidades de Chile y Católica.

En las 14 horas que duró aquella ocupación, se efectuó una misa y se hicieron reflexiones en comunidad. Ángel e Isabel Parra cantaron el “Oratorio para el Pueblo”.

Uno de los protagonistas más destacados de la “toma” fue el fundador de la Central Única de Trabajadores (CUT), Clotario Blest Riffo, un precursor del cristianismo revolucionario, desde que en 1928 constituyó el Grupo Germen, con la influencia del sacerdote Fernando Vives Solar, que fue también maestro del padre Alberto Hurtado .

En su manifiesto, afirmaron que aspiraban a volver a ser una “Iglesia del Pueblo”, “como en el Evangelio”, viviendo y compartiendo su pobreza y luchas. Por lo tanto, rechazaban “una Iglesia comprometida con el poder y la riqueza”, “un esquema jerárquico impuesto al pueblo cristiano” y “una Iglesia que tiene miedo de afrontar la historia”. Asimismo, denunciaban la “violencia provocada por los ricos y los poderosos”, puesto que “toda usurpación de un derecho es una forma de violencia”; “el engaño de una falsa democracia””; “la sumisión de las conciencias a través de los monopolios, propietarios de los medios de información”; “la segregación racial, cultural y económica”; y “la instrumentalización de la educación en favor de las clases dirigentes”. En definitiva, pretendían “una nueva sociedad que dignifique a la persona humana y donde sea posible el amor” .

Más tarde, el Movimiento Iglesia Joven se dotó de estructura organizacional. En una asamblea, efectuada el 29 y 30 de marzo de 1969, resultó electo presidente Leonardo Jeffs, profesor de Historia, que más tarde también se integró a la Izquierda Cristiana.

En una entrevista concedida por esos días, señalaba: “Creemos en el socialismo y que la nueva sociedad será socialista; postulamos que los cristianos no solo debemos participar en la revolución, sino que, además, en la edificación de la nueva sociedad. Para nosotros, la revolución va más allá de la pura transformación de las estructuras económicas; pensamos que hay que construir el Hombre Nuevo con que soñó el Che Guevara. A nuestro juicio, la nueva sociedad no debe congelarse en formas burocráticas que signifiquen nuevas alienaciones; la revolución debe crear al hombre crítico y a la vez fraterno”.

Con indisimulado encono, una periodista de “El Mercurio”, Teresa Donoso Loero, recogió una parte de estos acontecimientos en un libro llamado “Los Cristianos por el Socialismo en Chile”, que fue publicado en tiempos de la dictadura.

LA IZQUIERDA CRISTIANA

Alrededor de seis años después del “Mensaje a los Cristianos” de Camilo Torres, en julio de 1971, el sector de izquierda del PDC denominado “tercerista”, tomó la decisión de romper con la Democracia Cristiana. Bajo la conducción de Bosco Parra, considerado entonces uno de los ideólogos de la colectividad, señalaron que se estaba renunciado a la concepción de un “socialismo comunitario” y dejando atrás el proyecto de una “revolución democrática y popular”, que fue el eje del programa presidencial de Radomiro Tomic en 1970.

El detonante fue el rechazo del Consejo Nacional del PDC a un voto político presentado por Parra, que en su punto 2 señalaba que se “prohíbe a sus militantes, a partir de ahora, tomar iniciativas que puedan dar origen a acciones comunes con la derecha”. En el momento de explicar su decisión dijo: “El PDC rehúsa enfrentar un proceso de derechización creciente”.

El jueves 21 de octubre de 1971, con un acto en el Cine Normandie, se inició la Asamblea Constituyente de la Izquierda Cristiana. Al día siguiente la reunión se desarrolló en las dependencias de la Universidad Técnica del Estado (UTE), extendiéndose hasta el día 24. Por cierto, Bosco Parra fue elegido como secretario general de la “Organización de Izquierda Cristiana”, que fue el nombre oficial que se adoptó entonces.

Camilo Torres estuvo presente. Su madre, Inés Restrepo, dirigió un mensaje manuscrito a la nueva comunidad política: “Solamente les puede repetir las palabras que le dije a mi hijo Camilo días antes de partir para las guerrillas. Estoy estaré contigo y seguiré y defenderé tus ideas hasta las últimas consecuencias; hasta más allá de la muerte”.

El reconocido poeta y sacerdote revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal envió un saludo a esa Asamblea Constituyente: “Reciban mi abrazo de solidaridad. Todo auténtico cristiano es de izquierda. Está bien que ustedes se hayan agrupado con ese nombre para ayudar a la revolución. La revolución es el amor (y el odio es reaccionario). La revelación que nos hace San Juan, que Dios es amor, equivale a decir que Dios es revolución. Reciban mi abrazo revolucionario”.

Eran los tiempos del Gobierno del Presidente Salvador Allende, y la emergente colectividad se incorporó a la Unidad Popular. Uno de sus cursos de acción fue reivindicar la figura de Camilo Torres. En febrero de 1972, la Izquierda Cristiana, el Movimiento de Cristianos por el Socialismo, integrado por religiosos, y los partidos de la izquierda realizaron un acto masivo de homenaje a Camilo Torres. Ese mismo año, colaboró con pobladores sin casa en Avenida Departamental con Vicuña Mackenna, que allí levantaron el “campamento Camilo Torres”.

El número 11 de su órgano oficial, “Testimonio Hernán Mery”, estuvo dedicado a la memoria del sacerdote. Una separata se titulaba: “La Izquierda Cristiana, ¿un movimiento camilista?”. En el largo texto, se sostenía que “las coincidencias entre Camilo y la IC están en las tesis básicas”, aunque precisaba que “es patrimonio común de todos los revolucionarios”. En ese sentido, reivindicaba la vocación unidad de Camilo: “Insistir en lo que unos une y prescindir de lo que nos separa”. Añadía que la unidad “exige generosidad y espíritu de sacrificio”.

Aunque manifestaba que “el cristianismo es la motivación profunda de nuestro quehacer revolucionario”, precisaba que “no ofrecemos un socialismo cristiano”. Concluía que Camilo “es un ejemplo que debemos imitar y que nos señala pautas de conducta, un modelo de vida”.

Por Víctor Osorio. El autor es periodista.

Santiago, 10 de octubre de 2025.

 

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