Una enorme sorpresa provocó la participación de Marco Enríquez–Ominami en el reciente debate presidencial, por sus reiterados y belicosos ataques contra la candidata Jeannette Jara. Según consignó “The Clinic”, “como un ‘golpe bajo’ recibió el equipo de la abanderada oficialista los constantes ataques que recibió” de MEO.
En nota publicada el pasado 11 de septiembre, detalló que Enríquez–Ominami sorprendió “por la estrategia que desplegó ya iniciado el debate, en el cual apuntó en distintas oportunidades contra la candidata oficialista, Jeannette Jara. ‘Se ve amurrada’, le dijo en más de una oportunidad. La llamó ‘ministra’, por su anterior rol como encargada de la cartera del Trabajo del Gobierno de Boric. ‘Sonría’, le pidió también”. La acusó además de “abandonar su responsabilidad democrática”. A esas alturas, anotó, “en el comando de Jara no lo podían creer. La candidata no solamente debía responder a los ataques esperados del candidato republicano, José Antonio Kast, sino que también a otro abanderado que se identifica como parte del progresismo”.
Más tarde, la propia Jara se refirió al hecho en conversación con Radio Universo. “La verdad, no había estado en un proceso en la cual casi todos los panelistas me interpelaran”, dijo. En cuanto al asedio de Enríquez–Ominami dijo que “en general la forma de crecer que él tiene es tratando de sacar votos del sector que yo represento”. Acotó que “cada vez que me interpelaba por los foros, lo hacía cuando ya no me quedaba un minuto, para que no pudiera responder”. Agregó: “Se puso a calificar mi rostro, ya me parece un poquito excesivo”.
Dijo también que “una cosa que me llamó mucho la atención es que estaba muy preocupado de que no había ido a la primaria, pero yo no sabría decirle, si yo ni siquiera lo conocía”. Precisó: “Lo conozco porque ha sido cinco veces candidato a la Presidencia, pero acá en las primarias debe haber proyectos colectivos, no individuales. Y partidos políticos detrás de ideas de país”. Y sentenció que no es “candidata profesional” y que “yo estoy aquí por un proyecto político, no por un tema personal”.
En la nota publicada por “The Clinic”, se indicó que “la estrategia de MEO contra Jara era comentario obligado entre miembros de los comandos de candidatos de la oposición (de la derecha). ‘Está haciendo la pega de nosotros’, bromeaba uno”.
EL PRIMER PASO EN MODO SIMULACION
No había pasado un año del fin de la dictadura, cuando Marco Antonio Enríquez–Ominami fue uno de los invitados estelares de la revista “Punto Final” en un acto en el Teatro Cariola. Fue, probablemente, la primera aparición pública de MEO.
La publicación, históricamente vinculada a la “cultura mirista”, organizaba este evento para rendir homenaje a Raúl Pellegrin, el “comandante José Miguel” del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FMPR), y al padre de Marco, el fundador y secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), acribillado por la DINA en 1974.
Fue el jueves 8 de noviembre de 1990 y se presentaba como “homenaje a los combatientes del pueblo caídos en la lucha contra la dictadura”. Junto a figuras de la izquierda, como Pedro Vuskovic, Rafael Maroto, Andrés Pascal Allende y Fanny Pollarolo, estaba el representante del Movimiento Pueblo Intransigente (MPI), Hernán Lagos.
Según consignó la revista “Punto Final” N° 226 del 19 de noviembre de 1990, página 18, asistieron Maroto y Vuskovic; el entonces director de “El Siglo” y hoy dirigente nacional del PC, Andrés Lagos; la histórica dirigente comunista Julieta Campusano; el abogado Eduardo Contreras; y Luisa y Manuel, padres de los hermanos Vergara Toledo. Se recibieron saludos de la CUT y el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, puntales del Partido de los Trabajadores (PT), hoy en el gobierno.
Indicó la revista: “En nombre de los prisioneros rodriguistas se rindió un homenaje a los padres del comandante del FPMR, los arquitectos Raúl Pellegrin Arias y Judith Friedman Volosky, y al hijo del líder mirista, Marco Antonio Enríquez”.
En efecto, un melenudo MEO fue llamado a subir hasta el escenario para entregarle como obsequio unas insignias de oro, una artesanía que había sido fabricada por los prisioneros políticos del FPMR, en el contexto de que, contrario a las expectativas, el Gobierno de Patricio Aylwin no había adoptado medida alguna para la liberación de los presos heredados de la dictadura.
Marco recibió sonriente el obsequio en el escenario y se fotografió con los progenitores del “comandante José Miguel”.
Sus compañeros del Saint George’s College aún no olvidan como en las aulas del exclusivo establecimiento les mostraba con desprecio el regalo y se mofaba abiertamente del gesto de los prisioneros. “Su participación en ese evento fue bien inexplicable, más bien parecía una simulación”, comentan.
Poco después, comenzó su vida política, en época universitaria. Llegó a ser el vicepresidente del Centro de Alumnos de Filosofía de la Universidad de Chile y en 1993 compitió en elecciones internas como candidato apoyado por las Juventudes Socialistas a la presidencia de la FECH. Pero fue derrotado por su compañero de lista Freddy Ponce.
Hay quienes pasaron por la Casa de Bello en esa época, que rememoran que era repudiado con frecuencia por los estudiantes de izquierda, a viva voz y en los pasillos universitarios. Le reprochaban que, en circunstancias que era hijo de Miguel Enríquez, tuviera una postura complaciente con el Gobierno de la Concertación en el marco de la transición pactada.
DE LA CONCERTACION A LA VICTORIA DE LA DERECHA
La adscripción de MEO a las filas de la Concertación, una experiencia política de la que hoy reniega, se profundizó en términos orgánicos cuando integró el círculo de más confianza de Ricardo Lagos en su candidatura presidencial en 1999, jugando un papel clave en el diseño comunicacional de su campaña. En ese momento, Lagos competía con Joaquín Lavín de la UDI, quien tenía el respaldo del conjunto de la derecha.
Enríquez–Ominami Gumucio fue militante del Partido Socialista, el cual lo presentó como candidato a diputado en 2006, por cierto en la lista de la Concertación. Resultó electo por la Quinta Región Cordillera. Uno de los “éxitos” de su gestión parlamentaria fue en 2008 fue cuando, con Karla Rubilar de Renovación Nacional, fue uno de los primeros que denunció el “caso falsos exonerados”: una imputación que, desde entonces, ha hecho las delicias de la extrema derecha para intentar desacreditar, en forma infundada, las tímidas medidas de reparación a las víctimas de la violación a los derechos humanos.
Al año siguiente, renunció al PS para participar como candidato en la elección presidencial de ese año. La justificación del paso fue que había solicitado celebrar primarias con Eduardo Frei y, frente a la imposibilidad de aquello, el 12 de junio de 2009 formalizó su renuncia al partido para presentarse como candidato independiente, oficializando su candidatura el 10 de septiembre de ese año en el SERVEL.
Su candidatura fue cuestionada desde la izquierda, pues en su programa formulaba la idea de incluir la participación de privados en CODELCO, lo que era interpretado obviamente como un paso de carácter privatizador. Con todo, su postulación hizo sentido a una parte del electorado concertacionista, ya descontenta con los déficits de la transición. Le ayudó grandemente la entonces actitud complaciente y cómplice con su candidatura de la prensa hegemónica, que interpretó que podía contribuir a generar una situación de victoria para la derecha. Así ocurrió, en efecto.
MEO resultó en el tercer lugar con el 20,13% de los votos.
La segunda vuelta fue disputada entre Sebastián Piñera, candidato de la derecha unida, y Eduardo Frei, candidato de la Concertación, que en la segunda vuelta recibió de inmediato el claro respaldo de Jorge Arrate, que había sido el abanderado del Partido Comunista y la Izquierda Cristiana, junto a sectores socialistas. En cambio, en su primer discurso luego de conocerse los resultados, MEO dijo que Frei y Piñera “se parecen demasiado (…) ninguno de los dos candidatos son la esperanza de un país distinto; no son el cambio, no son el futuro”.
Fue muy evidente que el desempeño de Enríquez–Ominami abrió paso a que las fuerzas que sustentaron la dictadura regresaran por vía democrática a La Moneda, apenas luego de 20 años de democracia. De hecho, en 2017, cuando Alejandro Guillier y otra vez Piñera pasaron a segunda vuelta en la elección presidencial, emplazó a Beatriz Sánchez, abanderada del Frente Amplio, a no cometer el error que había cometido en 2009. A confesión de partes…
LA SEGUNDA Y LA TERCERA CANDIDATURA
Casi inmediatamente después, Enríquez–Ominami fundó el Partido Progresista (PRO) en 2010, colectividad hecha a la medida de sus “perseverantes” ambiciones. Para sorpresa de nadie, su Consejo Federal lo proclamó unánimemente en julio de 2013 para ser una vez más candidato a la elección presidencial de fines de año.
El 5 de mayo, el Movimiento del Socialismo Allendista, liderado por Esteban Silva, oficializó su apoyo a la candidatura de Enríquez–Ominami. Lo mismo hizo el Partido Liberal el 15 de junio. El 3 de septiembre de 2016, la por entonces presidenta del PRO, Patricia Morales, confirmó la tercera candidatura presidencial consecutiva de Enríquez-Ominami.
En los comicios, MEO quedó otra vez en tercer lugar, pero con una baja sustantiva respecto de las elecciones presidenciales anteriores: 10.99%. Además, estuvo a unas décimas de quedar en un cuarto lugar, frente a la irrupción de Franco Parisi, que logró 10.11%.
El escenario de las elecciones ya no era el mismo de cuatro años antes. Con la derecha en La Moneda se multiplicaron las movilizaciones ciudadanas, destacándose en particular la prolongada lucha de los estudiantes. Así las cosas, la irrupción de la candidatura presidencial de Michelle Bachelet logró expresar las demandas de la población, con una propuesta de reformas. Así, ella logró un 62.17% en la segunda vuelta, frente a la postulante de la derecha, Evelyn Matthei, que apenas consiguió un 37.83 por ciento.
El gran aporte de MEO a estos comicios fue haber inventado, sin éxito, el mote de “Nueva Pillería”, para descalificar la Nueva Mayoría, un amplio acuerdo político programático entre las colectividades de la Concertación, el Partido Comunista, la Izquierda Ciudadana y el MAS, que dio sustento a la postulación de Bachelet.
En la elección de 2017, Enríquez–Ominami volvió a la carga, con una tercera candidatura presidencial. Los resultados fueron un desastre: llegó en sexto lugar con el 5,70%.
Para la segunda vuelta le entregó su apoyo explícito al abanderado presidencial de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, previo a negociar la incorporación del PRO a un eventual gobierno del periodista. Ya había olvidado, parece, cuando en 2009 fustigaba a “los políticos de siempre” que “definen todo entre cuatro paredes y el resultado es una pieza hedionda”.
Piñera se impuso en segunda vuelta con un 54.58%, llegando a La Moneda por segunda vez.
El 23 de mayo de 2018 anunció su retiro temporal de la actividad política. No duró mucho esa decisión, aunque tenía otros asuntos de que ocuparse, derivados de los procesos que inició en su contra el Ministerio Público, entre otras cosas por financiamiento ilegal de SQM.
TODOS LOS BUSES ME SIRVEN
En el nuevo ciclo político, marcado por la Administración Piñera, MEO mantuvo iniciativa política en el campo internacional, con la creación del Grupo de Puebla en julio de 2019, facilitado por su amistad personal con el hoy defenestrado Alberto Fernández, que llegó ser Presidente de Argentina a fines de ese año.
Al mismo tiempo, en el plano interno MEO impulsó a través del PRO la creación del pacto político “Unidad por el Cambio”, integrado también por el Partido Comunista y la Federación Regionalista Verde Social. Su acción más significativa fue negarse a firmar el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, negociado por la derecha con una parte de la oposición como respuesta al estallido social iniciado en octubre de 2019.
La situación cambió drásticamente cuando a mediados del 2020 se iniciaron los diálogos de Unidad por el Cambio con los partidos de la ex Concertación para conformar las listas para las elecciones municipales y regionales, y para la Convención Constitucional. No fue posible un acuerdo, por lo que Unidad por el Cambio se retiró de las conversaciones con la decisión de presentar una lista propia.
Sin embargo, apenas unas pocas horas después del quiebre de las tratativas MEO se encargó de orientar al PRO a romper de inmediato y sin previo aviso la Unidad por el Cambio, y saltar al entendimiento con la ex Concertación. Por alguna ignota razón Enríquez–Ominami se había convencido de que sus viejos adversarios concertacionistas ahora podrían apoyarlo en una cuarta aventura presidencial. Además, sin atender a los impactos del estallido social, sus cálculos eran que la ex Concertación mantenía su gran fuerza electoral del pasado.
MEO empujó al PRO a celebrar el pacto “Unidad Constituyente” con la vieja Concertación para las elecciones de Gobernadores Regionales y Alcaldes, así como de los miembros de la Convención Constitucional. Un imprevisto cambio de ruta y una puñalada por la espalda a los socios del PC y el FREVS que lo habían acompañado hasta entonces. Para los comicios de concejales, el viraje fue aún más profundo, porque el PRO armó pacto con la Democracia Cristiana y Ciudadanos. Lo bautizaron “Unidos por la Dignidad”.
En general, los resultados de las elecciones municipales y de convencionales constituyentes fueron más bien modestos para el PRO, mostrándose además un descenso significativo del respaldo ciudadano a la ex Concertación. En la elección para el proceso constitucional, el pacto llegó nada menos que en cuarto lugar en votos y escaños logrados.
En el caso de los Gobernadores obtuvieron mejor resultado, a consecuencia de la parálisis en que quedaron el PC y el FREVS, que les impidió llegar a un entendimiento con el Frente Amplio y lograr una lista propia conjunta del campo de izquierda y progresista.
Pero no terminaban los sorpresas de MEO. Tocaba dar una puñalada a sus nuevos aliados. Con la elección presidencial a las puertas, Unidad Constituyente resolvió realizar primarias ciudadanas y no legales para definir su candidatura. Enríquez–Ominami y el PRO, siempre tan preocupados por las primarias, resolvieron no participar en ese proceso, desarrollado el sábado 21 de agosto de 2021, en el que se impuso Yasna Provoste.
LA CUARTA AVENTURA PRESIDENCIAL
En verdad, MEO estaba decidido a lanzar a todo evento una cuarta candidatura a La Moneda y no tenía disposición de concurrir a esa consulta ciudadana sin un respaldo explícito previo de una parte o todas las colectividades de Unidad Constituyente. Solo faltaba un detalle: el Servicio Electoral había suspendido sus derechos civiles y políticos por las causas judiciales que le afectaban. Pero el Tribunal Constitucional ordenó dejar sin efecto la suspensión luego de acoger una medida cautelar, lo que fue oficializado por el SERVEL el 22 de agosto de 2021, al día siguiente de la consulta ciudadana de sus aliados de la ex Concertación.
Ese mismo día, MEO anunció su intención de postular otra vez a la Presidencia, inscribiendo su candidatura el 23 de agosto. Era la cuarta aventura de esa naturaleza.
Con la marginación del partido de Enríquez–Ominami, Unidad Constituyente mutó para su presentación para las elecciones presidenciales y parlamentarias a “Nuevo Pacto Social”.
Por otro lado, sus antiguos aliados del PC y el FREVS –los primeros en recibir la puñalada de MEO– habían logrado sellar un pacto con el Frente Amplio, levantaron la coalición Apruebo Dignidad. Realizaron primarias legales el 18 de julio de 2021, en las que se impuso Gabriel Boric, superando a Daniel Jadue. Como se sabe, a fines de ese mismo año Boric fue electo Presidente de la República, luego de imponerse en la primera vuelta.
Los propagandistas de MEO insistían en destacar, como ahora, la perseverancia de MEO y lo llegaban a comparar con Lula da Silva y Salvador Allende, por sus tres y cuatro postulaciones. Por cierto, omitían que ambas figuras se presentaron siempre en coaliciones amplias, que contribuyeron a levantar, y nunca sus candidaturas fueron aventuras individuales.
En la elección presidencial, Enríquez–Ominami obtuvo el 7,61% de los votos, llegando en sexto lugar y superando solo a Eduardo Artes, candidato de la Unión Patriótica y del Partido Comunista Acción Proletaria.
Los resultados fueron devastadores para MEO y el PRO. Al no presentarse en una alianza amplia, el Partido Progresista debió presentar una lista en forma solitaria, por lo que no logró parlamentario alguno y obtuvo apenas un 0,73%. Por tanto, al no cumplir los requisitos que la norma exige a los partidos para conservar la legalidad, el PRO fue disuelto. En el camino quedaron figuras que se habían sumado al PRO, como los senadores Alejandro Guillier y Alejandro Navarro, que en ese escenario optaron por no presentase y no continuar como parlamentarios.
Pasada estos comicios, la primera intentona de MEO de volver al ataque fue inscribir dos partidos políticos que le sirvieran de soporte a una eventual nueva candidatura presidencial: se llamaban Patria Progresista y Mejor Región. Ambos proyectos fracasaron.
A continuación, MEO abrió conversaciones con el Partido Radical, una de las fuerzas de la ex Concertación y ahora en el Gobierno de Boric. Les dijo que podía asegurarles un caudal de votos de los que no dispone la colectividad. Finalmente, el radicalismo lo desestimó. En su intercambio pesó la falta de confianza en la conducta política de Enríquez–Ominami. El mismo criterio se impuso, luego de ese hecho, cuando la nueva coalición “Unidad por Chile” desestimó que pudiera integrarse a sus primarias, por carecer de un colectivo que diera soporte institucional a su postulación.
Con desparpajo, MEO dijo que se había excluido “el cambio”. Lo decía la misma persona que ha sido candidato presidencial en cinco veces consecutivas, constituyendo un caso único en todo el mundo.
Por lo menos, ganará un Récord Guinness.
Por Walter González Miranda.
Santiago, 15 de septiembre de 2025.
Crónica Digital.