El caso de Quilimarí y la importancia estratégica de la preservación de los humedales en Chile – Al servicio de la verdad

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El caso de Quilimarí y la importancia estratégica de la preservación de los humedales en Chile – Al servicio de la verdad

Un justificado impacto provocó la noticia de que perdió casi toda su agua el humedal de Quilimarí, ubicado en la desembocadura del río del mismo nombre en la Región de Coquimbo, luego de la intervención realizada por terceros. La acción, aparte de su impacto ambiental, afectó severamente la fauna migratoria que cada primavera llegaba al lugar, además de dañar los intereses de una comunidad afectada por la sequía y a agricultores del valle y predios agrícolas.

El reprobable hecho amerita una sanción por parte de las autoridades que corresponda y una reflexión profunda sobre el imperativo de la preservación de los humedales, por su más que evidente importancia social y ambiental. Estos ecosistemas, que incluyen marismas, turberas, lagos, lagunas, y estuarios, desempeñan un papel vital en la regulación del clima, en la protección de la biodiversidad y en el bienestar de las comunidades.

La protección de los humedales es una inversión en el futuro de Chile, garantizando la seguridad hídrica, la resiliencia ante el cambio climático, la conservación de nuestro patrimonio natural y cultural, y el desarrollo sostenible del país.

LA IMPORTANCIA AMBIENTAL

Los humedales son ecosistemas de gran complejidad que se caracterizan por la presencia de agua de forma permanente o estacional. Su definición abarca una amplia variedad de ambientes, desde los más conocidos como pantanos y turberas, hasta ecosistemas menos evidentes como los estuarios y los deltas de ríos. En Chile, esta diversidad se manifiesta a lo largo de todo el territorio, desde los humedales en el norte, que son vitales para la fauna, hasta las extensas turberas de la Patagonia, que actúan como sumideros de carbono a escala global.

La biodiversidad que albergan es excepcional. Son el hogar de una gran cantidad de especies endémicas y actúan como estaciones de servicio vitales para las aves migratorias que viajan a lo largo del Corredor Migratorio del Pacífico.

Los humedales son filtros naturales de agua, ayudando a purificarla al retener sedimentos, nutrientes y contaminantes. Esto mejora la calidad del agua que llega a los ríos, lagos y acuíferos. También actúan como esponjas naturales, absorbiendo el exceso de agua durante las lluvias intensas y liberándola lentamente en épocas de sequía. Esta función es clave para controlar inundaciones y mantener el caudal de los ríos, lo que es especialmente importante en un país como Chile, que enfrenta recurrentes eventos climáticos extremos. En materia de regulación del flujo de agua, actúan como reguladores naturales.

Además, son grandes almacenes de carbono. Los humedales, particularmente las turberas, almacenan más carbono por unidad de superficie que cualquier otro ecosistema terrestre, incluidos los bosques. Su preservación es fundamental para mitigar el cambio climático. Su capacidad para secuestrar y almacenar carbono es una herramienta poderosa en la lucha para mitigar y enfrentar el calentamiento global.

Además, son hogar de una rica biodiversidad, proporcionando hábitats pertinentes para una gran variedad de especies, incluyendo aves migratorias, peces y anfibios.

Los humedales son esenciales para el suministro de agua potable y para la agricultura, ya que recargan los acuíferos subterráneos. Para muchas comunidades, representan fuente de subsistencia a través de actividades tales como la pesca y la recolección de totora.

También ofrecen oportunidades de turismo sostenible y recreación, como la observación de aves, lo que genera ingresos y promueve la educación ambiental. Ofrecen espacios para la educación ambiental y el ecoturismo, generando beneficios económicos a las comunidades y promoviendo la conciencia general sobre la conservación ambiental.

Culturalmente, los humedales están profundamente arraigados en la identidad de no pocas comunidades locales y pueblos originarios, que han desarrollado conocimientos ancestrales sobre su manejo y conservación. La pérdida de estos ecosistemas no solo afecta el medio ambiente, sino que también desintegra el tejido social y cultural de estas comunidades. En verdad, los humedales son parte del patrimonio cultural de las comunidades, albergando sitios de valor arqueológico y tradiciones ancestrales.

LAS AMENAZAS

A pesar de su importancia, los humedales en Chile enfrentan graves amenazas. La expansión urbana y agrícola, la contaminación industrial y doméstica, la extracción de áridos, la alteración de los regímenes hidrológicos (debido a represas y canalizaciones) y el cambio climático son los principales factores que contribuyen a su degradación.

A pesar de su valor incalculable, los humedales están desapareciendo a un ritmo alarmante, más rápido que cualquier otro ecosistema existente.

La expansión urbana descontrolada es una de las principales amenazas, especialmente para los humedales urbanos y periurbanos. La demanda de suelo para infraestructura y proyectos comerciales lleva a la desecación, relleno y entubamiento de estos ecosistemas. En Chile, este problema es particularmente agudo en las zonas costeras y valles fluviales, donde se invade y destruye humedales, fragmentando hábitats y alterando el ciclo natural del agua.

La contaminación afecta a los humedales. Los vertidos de aguas residuales sin tratar, los desechos industriales y los escurrimientos agrícolas cargados de pesticidas y fertilizantes alteran la calidad del agua, provocando la eutrofización (el exceso de nutrientes) y la acumulación de metales pesados y otros tóxicos. Esto no solo daña la flora y fauna local, sino que también afecta la capacidad del humedal para purificar el agua y proporcionar servicios ecosistémicos saludables.

La agricultura y la minería, así como otras actividades económicas, tienen un impacto significativo. La conversión de humedales en tierras de cultivo implica el drenaje de estos ecosistemas, eliminando su función reguladora del agua. La agricultura intensiva utiliza grandes volúmenes de agua, disminuyendo los caudales de los ríos que alimentan los humedales, y vierte contaminantes que alteran su química. La minería, por su parte, puede desviar cursos de agua, contaminar con relaves y sedimentos, y destruir el ecosistema.

La gestión insostenible del agua, como la construcción de represas y la extracción excesiva de aguas superficiales y subterráneas, también altera la hidrología natural de los humedales, llevándolos a su colapso.

Cada humedal que perdemos significa menos agua limpia disponible para las comunidades; un mayor riesgo de inundaciones y sequías, ya que perdemos su capacidad de regulación; la extinción de especies, empobreciendo el patrimonio natural; una mayor liberación de carbono a la atmósfera, acelerando el calentamiento global.

La Ley de Humedales Urbanos, promulgada en 2020, representa un avance significativo al reconocer la importancia de estos ecosistemas y establecer un marco normativo para su protección. No obstante, aún queda mucho por hacer en la implementación efectiva de políticas de conservación sobre todo en zonas rurales.

Por cierto, la necesidad de garantizar la conservación no se puede circunscribir a la mera aplicación de las normas: garantizar su sostenibilidad a largo plazo es un asunto en el cual está comprometido el interés general.

Es menester proteger estos ecosistemas vitales que son fundamentales para la salud de los territorios y el bienestar social. Los humedales son mucho más que simples áreas con agua: son centros de vida, reguladores climáticos y escudos contra desastres naturales.

Proteger los humedales es un compromiso con la naturaleza, con las generaciones futuras y con nosotros mismos. Unamos fuerzas para proteger estos guardianes del agua y la vida, antes de que sea demasiado tarde.

Por Víctor Osorio. El autor es periodista y ex Ministro de Estado.

Santiago, 5 de septiembre de 2025.

Crónica Digital.

 

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