Hoy se conmemoran los 52 años del Golpe de Estado de 1973 en Chile – Al servicio de la verdad

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Hoy se conmemoran los 52 años del Golpe de Estado de 1973 en Chile – Al servicio de la verdad

El Golpe de Estado en Chile de 1973 fue un evento decisivo en la historia del país, que marcó el fin del gobierno popular de Salvador Allende y el comienzo de una dictadura militar de 17 años liderada por el general Augusto Pinochet Ugarte. Este evento puso fin a una de las democracias más estables y progresistas de América Latina.

El martes 11 de septiembre de 1973, Chile se sumió en la oscuridad. Se derrocó por la fuerza al gobierno democrático del Presidente Allende y dio comienzo a una de las épocas más dolorosas de la historia del país. En ese día, y en los años que le siguieron, miles de chilenos y chilenas cayeron víctimas de la violencia y la represión de la dictadura.

LOS PREPARATIVOS

Desde la misma elección de Salvador Allende, los Estados Unidos en alianza con la derecha política y económica chilena comenzaron a preparar el derrocamiento del gobierno popular. No es efectivo que el golpe de Estado fuera una consecuencia de la gestión gubernativa de Allende, pues esa fue una opción de los poderosos de siempre desde antes que el médico socialista asumiera la Presidencia.

El hecho más evidente de lo consignado fue el intento de secuestro y asesinato del entonces comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, perpetrado el 25 de octubre de 1970. Era un general que había manifestado que la institución se mantendría leal a la Constitución, al margen de quien asumiera la Presidencia, en consistencia con el mandato institucional de ser fuerzas obedientes y no deliberantes.

Con el Presidente Allende en el gobierno, Estados Unidos y su alianza con las derechas había desencadenó una profunda crisis política, social y económica, para poner atajo a las políticas del gobierno popular, el cual implementó un audaz programa de reformas, incluyendo la nacionalización del cobre y una acelerada reforma agraria.

No podían permitir los logros del gobierno popular en materia de redistribución del ingreso e histórica reducción del desempleo; programas de gran impacto social como la entrega de medio litro de leche diario a todos los niños y niñas; y la promoción sin precedentes del desarrollo cultural.

Desde julio de 1973 se desencadenó un paro nacional de los camioneros y de los gremios empresariales, combinado con innumerables atentados terroristas a lo largo del país, los cuales eran expresión de un plan deliberado destinado a crear las condiciones para un golpe de Estado, según relató Roberto Thieme, secretario general del Frente Nacionalista Patria y Libertad, el grupo más radical de la oposición a la Unidad Popular. Thieme también precisó que el paro y los atentados eran coordinados por la Armada, tanto en lo que se refiere a la paralización de actividades como en la ejecución misma de los atentados, proporcionando los planes operativos y la logística.

Con el tiempo, también se ha conocido que unos meses antes la Armada había solicitado a un equipo de economistas neoliberales, formados en la Escuela de Chicago, el diseño de un plan económico a implementar luego del término del gobierno popular. El resultado fue un documento conocido como “El Ladrillo”, que contenía las bases del modelo neoliberal que los militares terminarían adoptando. Según la información desclasificada en Estados Unidos, esa acción contó con la orientación y respaldo de la CIA.

Según abundante evidencia, Augusto Pinochet se sumó a última hora a la conjura golpista, que se había iniciado en la Armada y extendido a la Fuerza Aérea, para luego sumar a solo una parte del alto mando del Ejército. Pinochet había sido designado por el propio Allende, a sugerencia del propio Comandante en Jefe, Carlos Prats, que renunció en agosto. Ambos tenían confianza de que era un general leal al gobierno popular y la Constitución.

EL GOLPE DE ESTADO

El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas y Carabineros ejecutaron la acción, con un ataque por aire y tierra en contra del Palacio de La Moneda, donde se encontraba el Presidente Allende junto a un grupo de colaboradores y defensores.

En la madrugada, se inició la operación. La Armada se sublevó en Valparaíso y las tropas del Ejército se movilizaron en Santiago. A las 7:30 de la mañana, el Presidente Allende se dirigió a la sede de gobierno. Mientras tanto, en Carabineros se producía un golpe interno que desplazó al alto mando que era leal a la Constitución.

Alrededor de las 11:52 horas, la Fuerza Aérea comenzó a bombardear La Moneda. Imágenes del bombardeo y el posterior incendio del palacio presidencial se convirtieron en un símbolo del quiebre democrático y provocaron impacto en todo el mundo.

Allende se negó a renunciar y las ofertas de los militares de salir del país. Pronunció su último discurso por la Radio Magallanes, en el que se mantuvo firme en su lealtad al pueblo. Fueron sus últimas palabras, en que señaló: “Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Tras encabezar la resistencia al ataque castrense, junto a un puñado de hombres leales del Dispositivo de Seguridad Presidencial (conocido como GAP) y policías de Investigaciones, murió durante el asalto, en circunstancias que aún generan debate, aunque la versión oficial es que se suicidó.

Se instauró una Junta Militar de Gobierno que disolvió el Congreso Nacional, suspendió la Constitución Política de 1925 vigente hasta entonces, proscribió o declaró en receso a los partidos políticos y reprimió a toda forma de disidencia. Se estableció toque de queda a nivel nacional y se fusiló o asesinó, persiguió, detuvo y torturó a miles de personas, con un gran número de desaparecidos y exiliados.

 

Ese 11 de septiembre de 1973, los golpistas aseguraron que su propósito era restablecer “la institucionalidad quebrantada”, según rezaba el Acta de Constitución de la Junta. Por cierto, era una aseveración muy extraña, porque un golpe de Estado es siempre una ruptura del orden constitucional, aunque se le pretenda rebautizar como “pronunciamiento militar”, como lo bautizaron los golpistas y sus defensores hasta ahora. A efectos de ese propósito, en el Bando N° 5 de ese mismo día, señalaban que asumían el poder “por el solo lapso que las circunstancias lo exijan”.

 

Lo cierto es que el régimen de Pinochet no restableció la institucionalidad. Se extendió hasta marzo de 1990 y modificó profundamente la hechura político–institucional, económico–social y cultural de Chile.

Salvador Allende fue el Presidente de la República que se negó a rendirse y que dio su vida en defensa de la democracia. Su memoria vive en el pueblo de Chile, en la lucha por los derechos humanos, en la defensa de la democracia y en el anhelo de construir un país donde la dignidad sea un valor inquebrantable.

Santiago, 11 de septiembre de 2025.

Crónica Digital.

 

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