La serie de televisión “Vencer o Morir” y los 50 años de la “Tarea Militar” de la Izquierda chilena – Al servicio de la verdad

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La serie de televisión “Vencer o Morir” y los 50 años de la “Tarea Militar” de la Izquierda chilena – Al servicio de la verdad

En una imprevista y no buscada coincidencia la serie de televisión “Vencer o Morir” se comenzó a emitir en octubre de 2024, solo unos pocos meses antes de que se iniciase la conmemoración de los 50 años de la denominada “Tarea Militar” de sectores de la izquierda chilena, en particular por sectores que fueron parte de esa iniciativa.

La “Tarea Militar” es la denominación que el Partido Comunista de Chile asignó a su decisión en 1975 de enviar militantes a recibir un entrenamiento como oficiales en las Academias Militares de Cuba. Sin embargo, esa instrucción también fue recibida por integrantes de la entonces conducción nacional del Partido Socialista de Chile. Asimismo, recibieron en la Isla en diferentes períodos formación de lucha guerrillera contingentes militantes de la Izquierda Cristiana, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Con todo, los hechos históricos reales en los que se inspiró esta serie –las acciones del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en los 80–, fueron engendrados en su origen en aquella “Tarea Militar” del PC, considerando que esa organización armada fue levantada por los comunistas en buena parte sobre la base de los cuadros que se habían entrenado en la Isla.

Ello es cierto, en particular, respecto de la figura de Raúl Pellegrin, el “comandante Rodrigo”, quien fue parte de la primera promoción de oficiales en Cuba y luego se fogueó apoyando la “ofensiva final” de los sandinistas en Nicaragua. Su recreación dio origen a uno de los dos protagonistas centrales de la serie transmitida por Prime Video.

EL CONTENIDO DE LA SERIE

“Vencer o Morir” pretende adentrarse en uno de los períodos más complejos y oscuros de la historia reciente de Chile: la dictadura cívico–militar de Augusto Pinochet y la resistencia armada a través del FPMR, que inició sus operaciones en diciembre de 1983, luego que tres años antes fuera anunciada la “Política de Rebelión Popular”, por el secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán.

La serie dramatiza una parte de las acciones clave que emprendió el FPMR, en particular la planificación del Atentado a Pinochet en septiembre de 1986 (“Operación Siglo XX”).

La trama se centra en las figuras históricas de Cecilia Magni (interpretada por Mariana Di Girolamo), la “comandante Tamara”, y Raúl Pellegrin (Nicolás Furtado), el “comandante Rodrigo”. La serie narra el drástico giro en la vida de Cecilia, una joven maestra de una familia tradicional que decide abandonar su vida y unirse a la lucha clandestina tras presenciar la brutal represión del régimen. Juntos, “Tamara” y “Rodrigo” lideran al grupo en operaciones con el objetivo final de desestabilizar la dictadura e intentar cambiar el destino del país.

En su enfoque narrativo, la producción destaca por su intento de ofrecer una mirada íntima y humana a los personajes, mostrando las motivaciones, los sacrificios personales y los dilemas éticos de aquellos que optaron por la lucha armada.

La serie está ambientada principalmente en los 80, exponiendo la violencia, el terror y la represión vividos durante la dictadura, así como la creciente radicalización de un sector de la oposición de izquierda.

La serie cuenta con la dirección de Rodrigo Sepúlveda y Gabriel Díaz, y la showrunner es Josefina Fernández. El elenco incluye a talentos reconocidos como Mariana Di Girolamo y el actor uruguayo Nicolás Furtado, junto con otros intérpretes chilenos destacados.

La serie generó un esperable debate y ha sido reconocida internacionalmente, logrando una reciente nominación a los Premios Emmy Internacional, lo que subraya el valor narrativo de llevar esta parte de la historia chilena a una audiencia amplia. Ha sido descrita como una producción que, para algunos, logra ser “sorprendentemente real y emotiva”, mientras que críticos señalan que la narrativa peca de ser “simplista” o de caer en la representación de “blancos y negros” sin suficientes matices.

La serie destaca por su sólida ambientación en los años 80. La dirección de arte, el vestuario y la elección de locaciones contribuyen eficazmente a sumergir al espectador en el Chile de la dictadura. Esto es crucial para un drama de época, y la producción logra un look and feel (aspecto y tono) creíble de la lucha armada y la asfixiante opresión del régimen. El uso de una iluminación oscura y de texturas ásperas refuerza con eficacia el tono de suspenso y clandestinidad.

Con tan solo ocho episodios (o seis, dependiendo de la región), asumió el complejo desafío de condensar eventos históricos significativos y aún polémicos, y desarrollar la complejidad de la militancia.

Un punto a favor, en este sentido, es que la estructura es ágil y se centra en la acción y en el drama personal, evitando el ritmo lento que a menudo tienen las producciones históricas. Esto la hace atractiva para una plataforma de streaming.

Algunos críticos señalan que este ritmo rápido, impulsado por la necesidad de acción, puede llevar a una simplificación de hechos históricos complejos y la profundidad ideológica de los personajes, sacrificando matices políticos por el drama romántico–revolucionario de los protagonistas. Desde la óptica de la escritura televisiva, la opción narrativa de privilegiar el melodrama de los protagonistas sobre un análisis más denso de la época puede ser visto como una concesión para una audiencia masiva.

La dirección, a cargo de Rodrigo Sepúlveda y Gabriel Díaz, maneja bien las escenas de acción y los thrillers que devienen de la acción de los servicios de inteligencia y represión de la dictadura, la Central Nacional de Informaciones (CNI), versus los combatientes clandestinos. La serie muestra secuencias de enfrentamientos y operativos clandestinos con un nivel alto de producción para el estándar de las series chilenas, comparable a otras producciones de streaming. La fotografía es cinematográfica y potencia la intensidad dramática.

El casting de Mariana Di Girolamo y Nicolás Furtado puede considerarse un acierto en lo que se refiere a la visibilidad y el magnetismo en la pantalla. La actriz logra transmitir en forma adecuada la transformación y el peso de su personaje, mientras que Furtado aporta la intensidad necesaria. Si bien el trabajo de los actores principales es generalmente efectivo, la crítica se divide en si logran trascender el arquetipo de “héroe/heroína revolucionaria” o si, en ocasiones, sus interpretaciones se sienten algo planas dentro de la intensidad exigida por el género.

“Vencer o Morir” es una producción televisiva ambiciosa y técnicamente competente. En esa perspectiva, logra recrear de una manera convincente una época clave de la historia contemporánea de Chile, atrayendo a una audiencia masiva e internacional, como quedó de manifiesto por su nominación al Emmy, mediante una narrativa intensa y emocional que, si bien puede ser cuestionada por una simplificación de la complejidad histórica en beneficio del drama de acción, cumple su objetivo de ser una ficción potente y atractiva.

EXAMINANDO LA SERIE

La relación entre la serie chilena “Vencer o Morir” y la “Tarea Militar” de la izquierda chilena durante la dictadura es directa y fundamental, pues la serie dramatiza parte de la ejecución de esa definición que adoptó la conducción del Partido Comunista. Aunque inicialmente la colectividad no tenía una definición sobre el papel que desempeñarían los oficiales que se formaban en Cuba, a la larga se decidió que esos hombres y mujeres serían claves para crear un brazo armado para hacer frente a la dictadura y forzar su caída.

Fueron protagonistas principales de la creación y desarrollo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), presentado inicialmente como “brazo armado del pueblo” y que, en verdad, fue concebido como la “fuerza militar propia” del PC y su “Comisión Militar”.

En ese sentido, la serie “Vencer o Morir” se basa explícitamente en la historia y parte de las operaciones del FPMR, en su rol como actor capaz de generar un cambio. En esencia, es una ficción histórica, no un documental, que pone rostro a los militantes que asumieron la lucha armada, mostrando sus sacrificios, su idealismo y las duras consecuencias de llevar a cabo un accionar frontal contra la dictadura.

Es posible que, desde una perspectiva de izquierda, pueda ser criticada la serie por razones que giran sobre la fidelidad histórica, la simplificación del conflicto y el modo específico de representación del FPMR.

Al respecto, puede cuestionarse un foco excesivo en la acción armada, al centrarse en el FPMR y el atentado, soslayando o haciendo pasar a segundo plano otras formas de lucha que concebía la Política de Rebelión Popular, igualmente consideradas claves para el fin de la dictadura, como las protestas nacionales, las huelgas sindicales, la resistencia de base en los territorios, y las movilizaciones sociales de estudiantes y gremios profesionales.

En este sentido, se pudiera criticar que esta serie exalta una “vanguardia” que actuaba en la clandestinidad y con bajo nivel de conexión con el movimiento social, lo que en la realidad fue factor de quiebre: la separación del PC de un sector del FPMR, encabezado por el mismo Raúl Pellegrin, y que dio origen a un sector autónomo del Frente que continuó operando más allá del triunfo del NO en 1988, circunstancia en la que fueron asesinados “Rodrigo” y Cecilia Magni, y que perseveró en un camino armado incluso después del fin de la dictadura, mientras el PC volvía a la legalidad y a la participación electoral.

Asimismo, hay quienes han cuestionado una especie de “hollywoodización” del conflicto en tiempos de la dictadura. Se podría argumentar que, al ser una serie de streaming con un alto componente de acción y drama, se “romantiza” o se da un toque de “héroes de acción” a figuras históricas con la complejidad propia de su humanidad y militancia revolucionaria.

El retrato de los protagonistas como jóvenes idealistas que “dejan todo” puede ser criticado por minimizar el rigor, el compromiso ideológico y la disciplina política que caracterizaban a los militantes del FPMR, reduciendo sus motivaciones a un impulso más bien emocional.

Por otro lado, al tratarse de una obra de ficción televisiva, la serie inevitablemente fusiona personajes, simplifica operaciones y altera la cronología por motivos dramáticos. Se podría entonces cuestionar esta “ficcionalización” de hechos sensibles y dolorosos.

El glamour del thriller y el drama personal pueden aprehenderse como una distorsión de la complejidad política y social del período, o cuestionarse que la producción realizada para una gran plataforma global y masiva no logra hacer plena justicia a la épica colectiva de la resistencia chilena, reduciéndola a una “aventura de acción”.

Con todo, se trata de una serie que logró instalar en las audiencias masivas el tema de la resistencia armada contra la dictadura, en particular la realizada por el FPMR que, sin duda llevó la lucha en ese terreno a niveles de envergadura sin precedentes en la historia reciente de Chile. Un asunto que ha estado en el centro de las iniciativas de quienes fueron actores reales de esa historia, lograron sobrevivir y se han propuesto visibilizar su compromiso de entonces en la hora presente.

La serie, en este sentido, es una contribución a romper el olvido: saca de la “clandestinidad histórica” el tema del FPMR y, por extensión, de la Tarea Militar. En un Chile donde el relato oficial de la transición se centró en la vía electoral del plebiscito de 1988, la serie reafirma que existió resistencia armada. El hecho de que la serie exista y sea un éxito de streaming globaliza y reactiva el debate sobre la dictadura, algo vital para la izquierda en tiempos de negacionismo.

Al respecto, la serie retrata cómo la brutalidad de la CNI –con sus secuestros, torturas y asesinatos–, fue el detonante básico que llevó a no pocos jóvenes chilenos a radicalizarse, reinstalando que la rebelión fue una respuesta a la violencia estructural del Estado.

Además, la producción honra el sacrificio de jóvenes que renunciaron a sus vidas, familia y seguridad, lo que resuena con la ética militante de entrega total a la causa de poner fin a la dictadura. A pesar de la crítica sobre la “romantización”, se puede valorar positivamente la “humanización” de los rodriguistas, superando la etiqueta de “terroristas” usada hasta el hartazgo por la dictadura y sus afines. Nos muestra a los combatientes como personas con dudas, miedos, afectos y dilemas morales.

La producción, con su formato de thriller y sus jóvenes protagonistas logra captar la atención de las audiencias que no vivieron la dictadura. Esto es permite que los jóvenes conozcan, se interesen y cuestionen el pasado reciente del país desde una perspectiva crítica.

“Vencer o Morir” puede ser también una herramienta cultural poderosa para mantener viva la memoria de la resistencia, honrar el coraje de quienes tomaron las armas en contra de la dictadura y reabrir un debate histórico sobre la identidad política e histórica de Chile.

Santiago, 27 de septiembre de 2025.

Crónica Digital.

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