
En noviembre de 2025, se cumplió medio siglo desde un virtual golpe de Estado contra un Primer Ministro australiano destituido por el Gobernador General, el socialdemócrata Edward Gough Whitlam, militante del Partido Laborista. Hasta ahora, es uno de los mejor evaluados por su gestión por la opinión pública y especializada de Australia.
Por cierto, la destitución se trataba de una situación irregular, pues en Australia el poder estatal recae formalmente sobre el Gobernador General de acuerdo con el Primer Ministro. La monarquía británica, a través de su comisionado, no tiene un poder efectivo sobre el gobierno y su función de regente es simbólica. En la práctica, el gabinete del premier es dirigido por el partido que tenga mayoría en el Parlamento, decidiendo entonces la política gubernamental.
En el sentido estricto, el “golpe de palacio” de John Kerr, gobernador general, gestado directamente por la reina Isabel II del Reino Unido fue ilegal. Whitlam, durante el trienio de su mandato implementó un atrevido paquete de reformas sociales:, educación pública y universitaria gratuita, reconocimiento pleno de los derechos de sus pueblos originarios, retiro completo de las tropas australianas en Vietnam, y la defensa integral de los palestinos en la ONU.
Estableció además tratos con el mundo socialista, principalmente con las aisladas Cuba y la China de Mao. Pero lo que se sabe hoy –por documentos desclasificados de británicos y de Estados Unidos– la situación se tornó muy compleja luego del anuncio del premier socialdemócrata de cerrar la importantísima base militar estadounidense “Pine Gap”, en el centro del territorio. Igualmente, el gesto político hacia Salvador Allende de comunicar en mayo de 1973, que ordenó a su servicio secreto de inteligencia que abandonaran de inmediato Chile, pues estaban en trajines conspirativos velados en conjunto con la CIA. Todo ello provocó su insólita remoción incruenta.

En su corto mandato, prestó gran auxilio a nuestros compatriotas perseguidos, siendo la más audaz la ejecutada en 1975, creo que era abril, cuando el abogado Eduardo Long Alessandri, fundador de la Central Única de Trabajadores e integrante del Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales (CODEHS), que presidia Clotario Blest, le entregó una carta al septuagenario sindicalista. Provenía de una federación de estibadores de Australia, a quienes Long los había en durante una jornada sindical internacional en México. En ella, daban cuenta que la entidad patrocinaría la llegada de chilenos acosados por las autoridades militares –bajo el estatus de asilados políticos–requiriendo de nuestro Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales (CODEHS) un “informe de la situación de DDHH”.
Tras varias semanas de arduas labores en recopilar los datos requeridos, agregamos que, a nuestro entender, debía considerarse –siendo Australia un lugar de alero de emigrados– a una apreciable cantidad de personas que por propia iniciativa, por factores de precariedad económica, empezaban a marcharse de Chile sin rumbo fijo. La implementación del nuevo modelo económico, basado en el predominio de la producción importadora sobre lo nacional, produjo la desaparición de la industria chilena. Esto provocó una descomunal cesantía en 1975. En 1979, la Iglesia Católica chilena cifró en un millón de connacionales –aproximadamente– que vivían en el exterior, entre exiliados políticos y económicos. “Estar desocupado es violentar un derecho humano fundamental, como es tener trabajo”, afirmó Blest con convicción.
Siete o diez días después, por vía diplomática recibimos la contestación a lo enviado. La federación de estibadores nos anunciaba que nuestro informe había sido estudiado por la central sindical, determinando establecer un vínculo bilateral con nuestra organización. Para ello se había materializado la constitución de un amplio Comité de Solidaridad con el Pueblo Chileno, de ancho arco partidista. Pero hacía notar lo dificultoso que era concretar esta cruzada, por la férrea oposición surgida entre los inmigrantes chilenos antiallendistas, apuntado por la Embajada de Chile en Australia.
En la semana subsiguiente, el CODEHS fue convocado de urgencia por el encargado de negocios de Australia, Alan Brown. Nos confidenció que sabiendo lo que ocurría en Chile –como la DINA, las detenciones arbitrarias, las torturas, las desapariciones– no era posible acoger asilados, pues su legislación no reconocía ese derecho. “El asilo en otro país solo tiene validez en América latina”, expresó ceremoniosamente. Agregó: “Lo siento, nada puedo hacer”.
Al otro día, muy apesadumbrados, nos dirigimos al Comité Intergubernamental de Migraciones Europea (CIME), donde su director, Roberto Kozak, nos reiteró lo señalado por el diplomático australiano, pero sentenciando: “Fíjese don Clotario, quien mas esgrime ese fundamento es la Junta Militar. Así justifican su estado de guerra y prisiones, que al estar impedidos de vivir en otros continentes, quedan como rehenes en Chile”. Al momento de retirarnos, Kozak tomando tiernamente las manos de Blest, afirmó: “Buscaremos alguna solución. Consultaré a Ginebra”.
En tanto, el Comité de Solidaridad Australiano con Chile realizaba diversos actos públicos y callejeros en su país, como un método de presión a las autoridades para que admitieran chilenos. A pesar de las gestiones realizadas por Eduardo Long –profesor en la Universidad del Ministro de Justicia, el entonces general de Carabineros Hugo Musante– y la buena disposición demostrada, le fue imposible lograr que el régimen facilitara la salida de los refugiados y encarcelados. “El escollo, don Eduardo, es del Ministerio de Relaciones Exteriores que es controlado por la Marina”, reflexionó el Secretario de Justicia. “Resulta inexplicable esta actitud que sólo sirve para empeorar a nivel internacional nuestro tratamiento sobre los derechos humanos”, finalizó.
Cuando menos lo esperábamos –tras permanecer en ascuas– Roberto Kozak nos dio una recomendación milagrosa. “Don Clotario, ayer la ONU-Ginebra confirmó que los australianos no pueden transgredir su marco jurídico de relaciones exteriores. En cambio, para ellos la solución es que Ud. personalmente le escriba al Primer Ministro australiano, Gough Whitlam. Usted es el más apropiado, pues personifica a la máxima autoridad moral chilena”. Llevada la proposición al CODEHS, se adoptó que la epístola debía ir con apoyos de personalidades culturales y políticos de América latina destinadas al premier.
En las semanas siguientes, el Encargado de Negocios de Australia, entregó una misiva a Blest procedente de su Cancillería, donde informaba que a pesar que su país, no reconocía el asilo político, próxima y excepcionalmente implementaría un “Programa de Migración para el Cono Sur” de América, fundamentalmente dirigido a víctimas de las violaciones a los derechos humanos, previa acreditación de organismos de defensa de los perseguidos. Le participaba además que un equipo gubernamental había determinado que los beneficiarios se asentarían cerca de la ciudad de Perth.
A fines de septiembre, en coordinación con la ACNUR, comenzamos un titánico trabajo de chequeos y selecciones de los antecedentes reunidos. Muchas veces, ante ciertas dudas que acontecían, se recurrió a entrevistas personales, a cargo de una comisión de abogados y psicólogos, teniendo el 30 de noviembre de 1975 como el plazo de recepción de los aspirantes.
Un gran optimismo invadía nuestro ánimo, pues apreciábamos que una gran cantidad de compatriotas, casi proscritos, por fin iban a encontrar la tranquilidad que tanto esperaban.
Pero días después, el 25 de noviembre, un telegrama emanado de la capital de Australia, nos notificó la cancelación drástica del “Programa de Migración del Cono Sur”, debido a otras prioridades migratorias del nuevo gobierno recién asumido.
El 11 de noviembre, John Kerr, gobernador británico, destituyó al Primer Ministro Gough Whitlam. Para nosotros y el ACNUR fue muy doloroso informar la situación a esas familias ansiosas de viajar a su nuevo hogar en la Oceanía.
Por Oscar Ortiz. El autor es escritor e historiador, y fue uno de los principales discípulos y colaboradores del fundador y primer presidente de la CUT, Clotario Blest.
Santiago, 11 de diciembre de 2025.
Crónica Digital.