Han transcurrido 53 años. La fuga del penal de Rawson en Argentina, ocurrida el martes 15 de agosto de 1972, fue un evento crucial en la historia del país trasandino y un preludio del genocidio posterior. Se trató de una acción que fue planificada por prisioneros políticos de diversas organizaciones guerrilleras durante la dictadura de Alejandro Lanusse. Un puñado de los evadidos logró a llegar a Chile: eran los tiempos del Gobierno del Presidente Salvador Allende.
Un grupo de prisioneros que no logró y que se entregó a las autoridades militares, fue fusilado en forma alevosa, en un hecho que pasó a la historia como la “Masacre de Trelew”, recordado como uno de los eventos más trágicos de la historia reciente del país vecino y un símbolo del ciclo histórico de Terrorismo de Estado que pronto se abriría.
La fuga fue planificada por militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros, entonces expresión del peronismo revolucionario, con el objetivo de escapar de la cárcel de máxima seguridad de Rawson, en la Provincia del Chubut. La idea era tomar un avión para escapar a Chile. Solo un grupo de seis logró llegar a nuestro país, generando un complejo problema para Salvador Allende, cuyo Gobierno había otorgado prioridad a la relación bilateral con Argentina. La situación también provocó controversia al interior de la izquierda chilena.
LA FUGA Y LA MASACRE
A lo menos desde 1968, emergieron organizaciones guerrilleras en Argentina para combatir la dictadura. En el Penal de Rawson, ubicado en la Patagonia, estaban detenidos alrededor de doscientos reclusos. La cárcel estaba custodiada por 70 guardias de cárceles y una compañía antiguerrillera de 120 hombres acampada a tres cuadras. A esas fuerzas se sumaba la base aeronaval ubicada en Trelew, a 20 kilómetros que contaba con dos batallones con un total de 1.200 soldados.
La noche del 15 de agosto, alrededor de doscientos guerrilleros prisioneros en el Penal de Rawson tomaron la cárcel. No lograron escapar en su totalidad, como lo habían previsto. Sólo alcanzaron a evadirse veinticinco personas. A raíz de problemas de coordinación solo un grupo reducido de seis de ellos logró subir a un avión en el aeropuerto de Trelew. La falta de comunicación provocó que otros 19 prisioneros que salieron del penal quedaron atrás. Llegaron cinco minutos luego que el avión había despegado, luego de esperar por una hora y media. Frente a la evidencia, decidieron dirigirse hacia la Base Aeronaval Almirante Zar, en Trelew, y se rindieron ante las autoridades militares, con la condición fundamental de que se garantizara su integridad física y que serían devueltos al penal de Rawson.
A pesar de la rendición, una semana después, el 22 de agosto de 1972, los 19 prisioneros fueron sacados de sus celdas y llevados a la Base Aeronaval Almirante Zar y dieciséis de ellos murieron fusilados.
La dictadura intentó justificar las ejecuciones como resultado de un nuevo intento de fuga de los presos, pero la versión fue desacreditada por la propia evidencia y por los testimonios de los tres sobrevivientes: María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar, los cuales también perdieron sus vidas con el paso de los años.
En los días posteriores a la masacre, hubo manifestaciones en las principales ciudades de la Argentina. Perón, por su parte, calificó las muertes de “asesinatos” y la Central General de Trabajadores (CGT) declaró un paro nacional.
La Masacre de Trelew conmocionó a la sociedad argentina y fue un punto de inflexión, marcando un aumento en el terrorismo de Estado y en la represión sistemática contra los opositores y disidentes políticos. Más tarde, en 2012, un tribunal federal declaró los hechos como crímenes de lesa humanidad y condenó a los responsables.
Los bien reconocidos dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Roberto Santucho Juárez y Enrique Gorriarán Merlo, y el líder de los Montoneros Fernando Vaca Narvaja, llegaron a Chile con otros cuatro revolucionarios trasandinos: Domingo Menna (ERP), Roberto Quieto y Marcos Osatinsky de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una guerrilla con orígenes en la izquierda marxista pero que evolucionó al peronismo y terminó integrándose a Montoneros.
Entre los muertos de la Masacre de Trelew estaba Ana María Villarreal, esposa de Santucho.
Los guerrilleros viajaron a Chile en un avión de la línea “Austral”, que secuestraron para operacionalizar la fuga. El aparato llegó primero a Puerto Montt y luego partió al aeropuerto internacional de Santiago, donde los guerrilleros pidieron asilo político.
Una vez en nuestros país, los guerrilleros argentinos fueron retenidos por la Policía de Investigaciones en su Cuartel General en calle General Mackenna y se desencadenó una fuerte incertidumbre sobre la decisión que adoptaría el Presidente: ¿estaría dispuesto a acoger la petición de asilo o los deportaría a Argentina, como lo reclamaba el régimen de Lanusse? Para Allende era una difícil situación diplomática y política.
Hasta ese momento, la dictadura argentina había procurado mantener una relación cordial con Gobierno de Salvador Allende. En sectores de la izquierda chilena se advertía que ya estando sometidos a acoso por Estados Unidos, la posición hemisférica del país se podía ver aún más afectada si aparecía como una especie de territorio protector de las guerrillas existentes en la Argentina.
EL ESCENARIO EN CHILE
Para Allende, la relación con Argentina era una prioridad. De hecho, la primera visita del Mandatario chileno al exterior fue a la Argentina reuniéndose con Lanusse en Salta el 23 y 24 de julio de 1971, quien por su parte visitó Chile los días 16 y 17 de octubre de ese año. Hubo una declaración conjunta que ratificaba la colaboración y las buenas relaciones entre ambos países, como aspectos claves para “preservar y consolidar la Paz en América, en un orden de justicia y progreso económico y social”.
Al interior de la Unidad Popular, el Partido Comunista fue cauto frente a la posibilidad de brindarle asilo y sostuvo que cualquier decisión debía tomarse con respeto al ordenamiento jurídico chileno, en coherencia con su postura de apego a la legalidad y con la “vía chilena al socialismo” que había proclamado Allende. Al interior de la izquierda había opiniones diferentes. El Partido Socialista indicó, en el dialogo en la dirigencia de la Unidad Popular, que en ningún caso se podía entregar a un grupo de compañeros revolucionarios que, sin duda, serían asesinados en Argentina.
Mientras tanto, se volcaron a la calle en solidaridad con los seis revolucionarios argentinos los militantes del Regional Santiago Centro del Partido Socialista, de la Organización de Izquierda Cristiana (IC) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
En el libro “Fragmentos de una Larga Jornada”, sobre la historia de la Izquierda Cristiana, se consigna que el episodio aconteció otro episodio “permitió conocer la orientación que inspiraba” a esa colectividad, que aún no cumplía un año de existencia y que en 1971 se había escindido de la Democracia Cristiana.
Según consignó la revista “Punto Final” el 29 de agosto de 1972, los guerrilleros argentinos emitieron un mensaje, en el que hacían “llegar nuestro saludo fraternal y revolucionario al pueblo chileno, a los compañeros que bajo las banderas del MIR, de la Izquierda Cristiana y de la Izquierda Socialista salieron a la calle en nuestra defensa, por una solución correcta a la situación que atravesamos. El enérgico y solidario ejercicio del internacionalismo por los sectores revolucionarios del pueblo chileno, ha sido sin duda elemento fundamental en las perspectivas abiertas para obtener nuestra inmediata liberación”.
Más antecedentes aparecieron en una crónica publicada por la revista “Punto Final” el 12 de septiembre de 1972 y firmada por el periodista José Carrasco Tapia, asesinado en 1986 por la dictadura de Augusto Pinochet.
Allí, Santucho manifestó su satisfacción por el hecho de que “ya desde el primer día, el miércoles, hubo manifestaciones en la calle, organizadas (…) por el MIR, el Regional Centro del Partido Socialista y la Izquierda Cristiana, que ejercieron una presión muy favorable en Santiago”. Vaca Narvaja, por su parte, indicó: “Como organización Montoneros, quiero (…) saludar la extraordinaria acogida del pueblo chileno para con nuestras organizaciones revolucionarias. Quiero destacar que desde el primer día que pusimos pie en suelo chileno se hicieron movilizaciones populares organizadas por los sectores de vanguardia del pueblo chileno, como el MIR, la izquierda del Partido Socialista y la Izquierda Cristiana. Quiero destacar también que la solidaridad del pueblo chileno para con los compañeros caídos nos ha hecho mucho bien, nos ha acompañado en todo momento en nuestro dolor”.
Cuentan que en la reunión del Presidente con su consejo de ministros en la que debía tomar la decisión, Allende dijo: ““Chile es un país capitalista con un gobierno socialista. Y nuestra situación es realmente difícil (…) La disyuntiva es entre devolverlos o dejarlos presos (…) ¡Pero este es un gobierno popular, mierda, así que esta noche los muchachos se van para La Habana!”.
Los seis guerrilleros evadidos, más otro cuatro del grupo de apoyo a la fuga, habían logrado escapar de la muerte. Unas mil personas, entre los que se encontraban miembros del Partido Socialista, la Izquierda Cristiana y el MIR, acudieron a despedirlos al aeropuerto de Pudahuel.
Por Víctor Osorio. El autor es periodista.
Santiago, 15 de agosto de 2025.
Crónica Digital.