es un acto de país – Al servicio de la verdad

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es un acto de país – Al servicio de la verdad

Por Juan Pablo Catalán, académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB.

Cada año, el debate sobre el Presupuesto de la Nación se viste de cifras, gráficos y promesas. Pero entre esas líneas contables, a veces se pierde lo esencial: la voz del estudiante. El Presupuesto de Educación 2026, presentado por el Ministerio de Educación (MINEDUC) y analizado por la Dirección de Presupuestos (DIPRES), proyecta un escenario preocupante. Se reduce el Plan de Reactivación Educativa y se elimina el Plan Nacional de Tutorías, diseñado para apoyar a niños y jóvenes con rezago lector y socioemocional. Estos recortes no se justifican en logros reales, sino en la renuncia a persistir donde más se necesita continuidad.

La OCDE (2024) ha advertido que los países que abandonan tempranamente los planes de recuperación pierden una década de progreso educativo. En Chile, la reducción del Fondo de Revinculación Escolar significa menos acompañamiento para quienes la escuela aún no logra recuperar. ¿Podemos hablar de calidad cuando se desatiende la base misma del derecho a aprender?

Más grave aún es el retroceso en la educación parvularia. UNESCO (2023) ha señalado que invertir en la primera infancia es la política más eficaz para reducir las desigualdades de aprendizaje. Sin embargo, los jardines infantiles y salas cuna vuelven a quedar en segundo plano. ¿Cómo construir un futuro si debilitamos el punto de partida? La educación inicial no es un lujo, es el cimiento donde se forja la equidad.

Mientras tanto, se reduce el acceso a becas TICs, excluyendo a los alumnos de colegios particular subvencionados, y disminuye la subvención general. No hay transformación educativa posible si los estudiantes siguen enfrentando las brechas digitales y materiales de siempre. Chile no puede seguir confundiendo el equilibrio fiscal con el progreso social.

Como país, necesitamos preguntarnos: ¿en qué momento dejamos de ver a los estudiantes como sujetos de derecho y comenzamos a tratarlos como variables presupuestarias? No hay economía sana en un país que enferma su educación. El presupuesto no es solo un instrumento financiero; es, sobre todo, una declaración ética de hacia dónde queremos avanzar.

Cuando el Estado reduce su inversión en aprendizaje, no solo se achican las cifras: se estrechan los sueños. Y sin sueños, la educación pierde su sentido más profundo. ¿Podrá Chile reconstruir la confianza en la escuela si cada año la esperanza se mide con tijeras? Tal vez sea hora de recordar que el gasto más valioso no se escribe en balances, sino en el brillo en los ojos de un niño que aprende.

Juan Pablo Catalán, académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB.

Santiago de Chile, 12 de octubre 2025
Crónica Digital

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