La Universidad es un espacio de cultivo de los conocimientos, preservadora de los saberes que como humanidad acumulativamente hemos desarrollado y una ventana hacia el futuro de la sociedad que queremos construir.
La Universidad no solo forma a los futuros profesionales que hacen progresar técnicamente al país sino también a los ciudadanos que por medio de sus actitudes y valores dejan una impronta que permite florecer o decaer a la sociedad. El rol de la Universidad, de sus académicos, funcionarios, líderes estudiantiles y particularmente de sus autoridades académicas, es la de co–crear los elementos que habilitan el desarrollo profesional del individuo tanto como la de facilitar las competencias con las que ese individuo contribuirá a la sociedad a la que pertenece.
Las y los académicos son los principales encargados de la mediación del conocimiento acumulado a las y los estudiantes y de promover en ellos las competencias para cambiar la realidad. Esta inmensa responsabilidad que la sociedad entrega a los que más saben debe ser honrada por nosotros, las y los académicos, con respeto a la integridad del conocimiento entregado y también con encarecido cuidado en el respeto a los valores que se fomenta al momento de ejecutar el conocimiento en la sociedad por parte de los profesionales ya egresados.
Las y los académicos no nos conformamos con el conocimiento existente, cultivamos y creamos nuevo conocimiento con el sentido de comprender la realidad que vivimos para poder cambiarla. Las y los estudiantes que llegan a nuestras universidades y sus aulas deben acceder no solo a la repetición de lo ya sabido sino que al ejercicio de la creación de nuevo conocimiento.
Así como las y los académicos no nos conformamos con el conocimiento existente, tampoco debemos conformarnos con el cumplimiento de las normas morales asentadas en la ley. Nuestra labor no debe estar circunscrita a los estándares pertinentes a los problemas surgidos en el pasado que la sociedad reguló a través de una ley, normativa o institucionalidad pre–existente. Debemos no solo crear los nuevos estándares que rigen a la sociedad sino que vivir esos estándares antes que la sociedad como forma de demostración de la validez de estos y de que fueron creados por quienes profesan los valores que intrínsecamente están implicados en los estándares que promovemos.
Es completamente inaceptable que las y los académicos y las autoridades universitarias no cumplan tanto con el rigor académico propio de la actividad universitaria, sino que no cumplan con la ley que rige la sociedad que les da un espacio de privilegio.
Las universidades son laboratorios no solo del conocimiento abstracto, son también espacios donde la sociedad prueba distintas formas de desenvolvimiento potencial de la sociedad. El lugar de protección y privilegio que la sociedad entrega a la Universidad debe ser cuidado en cada acción de cada uno de los integrantes de los estamentos que le son parte. Aún más cuando la Universidad es pública.
Lamentablemente, en el último tiempo hemos observado manejos imprudentes, posiciones poco fraternas y acciones que no cumplen, al menos, el estándar ético provisto por la ley.
Reivindicar a la Universidad es oponerse a quienes atentan contra los principios que sustentan a la institución que los acoge. Ante esta realidad yo decido actuar.
Por Dra. Andrea Mahn Osses. La autora es Vicedecana de Investigación de la Facultad de Ingeniería de la USACH.
Santiago, 9 de octubre de 2025.
Crónica Digital.